"Les va a doler, pero les va a gustar", bromea la enfermera mientras le pide a los treintones que se descubran el brazo izquierdo, si son diestros. El derecho, si son zurdos. Porque así como los ucranianos le temen a los rusos, los niños al Coco... los millennials no le han perdido el miedo a las inyecciones.
Es como esos terrores atávicos que se pasan de generación entre generación, desde que, incluso, habitábamos en las cavernas: no poder dormir en un sitio en el que uno no se siente del todo seguro, por ejemplo, debido a ese pavor a ser devorado por una fiera: un lobo o un tigre dientes de sable. Aunque se pernocte en la casa de un viejo amigo, no hay nada peor, aborrecible, que la cama o sillón ajenos. El pánico a las jeringas inicia en la infancia... y dura toda la vida.
Te podría interesar
A pesar del bosque de brazos tatuados, soles, leones, sirenas y narutos, las agujas siembran el temor entre las y los chilangos de 30 a 39 años... y uno que otro rezagado de mayor edad. A nadie le gusta que le piquen y le saquen sangre. Menos con las miradas de los militares, recias y soberanas, que vigilan el proceso en el Campo Marte de la Ciudad de México. Nadie sabe si los milicos se burlan de uno en secreto. O si los dramas millennials, más que divertirlos, los perturban.
"Cierra los ojos si quieres, pero no pongas tenso el brazo", le dice otra enfermera a una joven que no pasa los 35 años, que segundos antes soltó una carcajada cuando le preguntaron si está embarazada. "Gracias a Dios no", aseveró. Momentos después, vivirá el infierno, gracias al diablo, cuando le inyecten el biológico de AstraZeneca.
Te podría interesar
La vacuna desarrollada por dicha empresa farmacéutica, en conjunto con la Universidad de Oxford, ha demostrado ser potente y poderosa para frenar el avance la pandemia de COVID-19 en el mundo. De acuerdo con el último estudio publicado por dicha casa de estudios británica, la tercera dosis multiplica por seis la inmunidad contra la enfermedad.
"Duele mucho", replica la joven con los ojos cerrados. Y pega un grito, que se tambalea entre la frontera del dolor real y el dolor histriónico, al momento que siente el líquido del fármaco de AstraZeneca entrar en su brazo izquierdo. Es diestra, como la mayoría de los presentes.
Esta escena se replica en todo el Campo Marte. Los militares guardan la disciplina. Se mantiene estoicos. Son estatuas verdes. No se sabe qué pensamientos les pasan por la cabeza. Si piensan en su madre o en sus hijos. En los Pumas o el América. En Batman o en Spiderman. Observan todo y vigilan que nada se salga de control. Las enfermeras son, en este caso, el regimiento de combate: se mueven de prisa con agujas y jeringas, gasas y botes de sanitizador. Ellas son las protagonistas de esta guerra. Y la van ganando.
Las y los trabajadores de la salud son los héroes de la larga batalla contra el coronavirus. Los militares guardan silencio. Aunque en el fondo, quizá, se burlen de las y los millennials que gritan o tiemblan ante las vacunas. Porque salvarán vidas... pero duelen mucho.
¿Qué tan buena es la vacuna de AstraZeneca?
La vacuna de AstraZeneca, una de las primeras en aprobarse en el mundo, tiene una efectividad de entre el 63.09 y el 76 por ciento contra la enfermedad sintomática del COVID-19. Eso en el esquema tradicional de dos dosis. según los estudios clínicos.
Sin embargo, la Universidad de Oxford publicó este 2022 que la inyección de refuerzo multiplica hasta por seis la inmunidad en las personas, además de que es eficaz contra las variantes Delta y Ómicron.
Las vacunas AstraZeneca que México ha aplicado han sido, en su mayoría, fabricadas en Argentina y envasadas por laboratorios Liomont en el Estado de México, mientras que el resto han provenido del extranjero, principalmente de la India, una de las mayores potencias farmacológicas del mundo.
"En la noche quizá les dé un poco de fiebre", dice un médico que enseña a llenar el lote en el comprobante de refuerzo. "Hidrátense bien y tomen una pastilla de paracetamol de 500 miligramos. Tengan un suero por si se deshidratan".
¿Un poco de fiebre? Aquí ya todos son veteranos de la vacuna de esta marca. Saben que no es un poco de fiebre, ni un poco de malestar. El piquete de la inyección podrá no doler mucho, pero las reacciones secundarias pueden ser más dolorosas que el amor.
Y entre los puestos de churros y garnachas, afuera de Campo Marte, un joven toca el violín: vaticina las horas de dolor que les aguarda a los millennials. Algunas reales, otras fingidas. Unas más exageradas. Al final, la vacuna de AstraZeneca les va a doler... pero les va a gustar.