La pandemia provocada por el COVID-19 podría tomar cuatro escenarios posibles, cada uno con una duración de dos a diez años, según predicciones realizadas por el gobierno del Reino Unido.
Cada uno de los cuatro rumbos que podría tomar la pandemia tiene como base para su comparación los efectos y las las consecuencias que trajo la ola de contagios causada por la variante ómicron.
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El primero de los escenarios señala que la gravedad de la enfermedad es leve, hay poca transmisión de los contagios, los brotes estacionales o regionales son pocos y las vacunas se usan cada año sólo en las personas vulnerables.
Desde esta primera perspectiva habría un incremento pequeño de infecciones de otoño e invierno del 2022 a 2023 con una enfermedad de baja gravedad.
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En el segundo se contempla la aparición de nuevas variantes o la presencia de subvariantes de ómicron, lo que trae consigo incrementos de infecciones; la inmunidad global conduce a una gravedad generalmente menor y hay años con pocos contagios, así como años en los que estos aumentan y se vuelven graves.
La enfermedad es mortal para las personas de la tercera edad y quienes no cuentan con inmunidad previa; algunos países imponen medidas de protecciones en los años malos, así como también las personas se empiezan a proteger más de manera voluntaria.
A partir de este escenario, los contagios aumentarían un poco durante otoño e invierno de 2022 a 2023, donde las enfermedades se manifestarían con bajos niveles de gravedad.
Para el tercer escenario habría una alta incidencia de contagios en el mundo, lo que impulsaría la impredecible aparición de variantes durante muchos años, las cuales serían más contagiosas que ómicron y se presentarían repetidas veces durante el año. Pero las vacunas siguen siendo efectivas y evitan que haya resultados más graves.
Los picos de contagios, que se repetirían en diversas ocasiones en un mismo año, afectan las actividades de las personas, como la educación de los niños, además de que algunos países impondrían medidas importantes para disminuir la transmisión del virus y las personas se protegen de manera voluntaria.
Por la gravedad de la perspectiva, las vacunas se actualizan y se aplican a la población en general, además puede haber una alza considerable de las hospitalizaciones durante los momentos donde se presente mayor cantidad de contagios.
Bajo esta óptica, aparecería una nueva variante de preocupación que provocaría muchas infecciones de COVID-19 en otoño e invierno y más allá de esas fechas, aunque los no vacunados, los adultos mayores y otros grupos vulnerables serán quienes padezcan más la enfermedad grave y las muertes.
Y para el cuarto escenario, el peor de todos, habría muchos contagios por todos los países, la vacunación sería incompleta, las bacterias de los animales podrían causar la aparición repetida de variantes, algunas de las cuales serían difíciles de combatir y otras no serían tan graves.
Como el virus tendría cambios impredecibles, distintos sectores de la población que se contagiarían de COVID-19, con graves impactos a largo plazo después de la infección.
Habría vacunas actualizadas que se inyectarían a toda la población anualmente; la gente no se intentaría proteger de manera voluntaria y las medidas impuestas por los gobiernos para evitar los contagios serían necesarias, sobre todo cuando haya variantes que superen a las vacunas o falten las mismas.
Esto conduciría a un incremento muy grande de infecciones en la población, aunque los resultados más graves continúan siendo para las personas de los grupos más vulnerables.
Hay que tener en cuenta que estos cuatro escenarios del rumbo que podría tomar la pandemia de COVID-19 se tratan de predicciones que podrían no suceder en realidad y que, en caso de que sucedan, la gravedad de la situación dependería de cómo se actúe cuando se presenten.