En las primeras décadas del siglo XX, la Isleta Pérez era el pulso industrial de la región sur de Tamaulipas. Entre 1930 y 1955, esta zona, a orillas del río Pánuco, fue hogar de empresas pioneras que marcaron la historia del municipio de Tampico, desde la primera embotelladora de Coca-Cola en México hasta los astilleros que abastecían a la industria naval del país.
Hoy, sin embargo, la Isleta Pérez es solo un eco de lo que fue. Las ruinas de fábricas abandonadas, calles vacías y una historia olvidada por muchos, permanecen como testigos de un pasado glorioso que parece estar cada vez más lejos de la memoria colectiva.
El destino de esta zona cambió drásticamente a raíz de las devastadoras inundaciones provocadas por los ciclones Hilda e Inés, que a principios de la década de 1950 azotaron la región, pero la causa del olvido de la Isleta Pérez no se limita solo a los desastres naturales.
A partir de la década de 1970, la reubicación de las empresas a la zona sur de Altamira, más lejos del río y con mejores condiciones para el desarrollo industrial, marcó el principio del declive de la Isleta como epicentro de la actividad económica.
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Así, lo que antes fue el alma industrial de la región, se transformó en un terreno en desuso, al que solo algunos residentes aún se aferran con orgullo.
Un territorio de historia y sacrificios
El nombre de Isleta Pérez se remonta a principios del siglo XX, cuando Alfonso Pérez, propietario original del terreno, quien llego a un acuerdo, cedió con el gobierno del Estado para crear una zona industrial con muelles, astilleros, fábricas y bodegas.
Su ubicación estratégica, cerca de Veracruz y a orillas del río Pánuco, favoreció la instalación de empresas que serían claves para el desarrollo económico de Tampico.
La historia de la Isleta Pérez no solo es una crónica de avances industriales, sino también de luchas y resistencias. En 1520, el Capitán Diego de Camargo llegó por el Pánuco con intenciones de conquista, pero los habitantes de la región defendieron su territorio, huyendo hacia la Villa Rica de la Veracruz para evitar la invasión.
El corazón de la Isleta: su gente y sus tradiciones
A pesar de la decadencia física del lugar, la Isleta Pérez aún preserva vestigios de su pasado. En sus ruinas se encuentran estructuras metálicas que cuentan historias de fábricas que en su tiempo fueron los motores de la economía local. Los habitantes que aún resisten en la zona mantienen vivas tradiciones que han perdurado por generaciones.
La capilla de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores, es un lugar de encuentro que une a los municipios de Tampico, Ciudad Madero y Altamira cada mes de julio en una fiesta religiosa llena de fe y devoción.
En el desaparecido parque Alijadores, ubicado en lo que alguna vez fue el centro de la actividad social de la Isleta, la figura de la Virgen sigue siendo un símbolo de resistencia y esperanza.
Además, los recuerdos de los días de deporte y camaradería en el viejo campo de béisbol de la Isleta aún perduran entre los más viejos del lugar. Con las vías del tren atravesando el campo, los partidos se veían interrumpidos por el paso de las locomotoras, pero para los jugadores como Ángel Castro y Héctor “El Superman” Espino, este era un lugar sagrado donde el béisbol y la pasión por el deporte se unían en una fiesta cotidiana.
Un futuro incierto
La Isleta Pérez no es solo un recuerdo del pasado, sino un símbolo de la transformación económica y social de la región. A medida que la ciudad crece, se hace urgente recordar y valorar aquellos espacios que, como la Isleta, dejaron una huella indeleble en la historia del sur de Tamaulipas. La pregunta ahora es: ¿se podrá rescatar el legado de la Isleta Pérez, o será otra página más en el olvido de la historia industrial del país? Solo el tiempo lo dirá.