A Elisa Xolalpa Martínez le gusta sembrar flores y pasar el tiempo en las chinampas de su natal San Luis Tlaxialtemalco, un pueblito ubicado en la alcaldía Xochimilco de la Ciudad de México. Entre canales verdeazules y flores que pintan de rojo, amarillo y naranja el paisaje desde que era niña, aprendió a leer el lenguaje de las semillas: sus abuelas y abuelos se desempeñaban con maestría como campesinos chinamperos. Por eso, no dudó ni un segundo en seguir con el legado y así disfrutar del olor de las rosas, el cempasúchil y las nochebuenas. Pero, bajo este escenario idílico late una historia de resistencia: hace 24 años, un ataque con ácido cambió su vida para siempre.
El 2 de noviembre de 2001, mientras México celebraba a los muertos con flores y velas, Elisa fue atacada con ácido por su expareja. Desde entonces y hasta ahora asegura que, poco a poco, ha recuperado su seguridad y confianza: “En este momento puedo decir que sí soy una mujer alegre”. Sin embargo, también se mantiene en el camino de “arrebatar un poco de justicia al Estado”.
“En este tiempo aprendí que la violencia es un proceso en mi vida y que no me define como persona o como mujer, que soy más que Elisa la que atacaron con ácido, también soy Elisa la que sale adelante, la que trabaja y que trata de superar y dejar de lado la violencia que sufrí”.
Elisa dedica sus días al campo, un oficio que tradicionalmente ha sido dominado por hombres. Ella está rompiendo barreras al demostrar que la tierra no distingue géneros, sino destreza: las mujeres son emprendedoras y sus cosechas no solo ganan mercados, sino que entierran prejuicios.
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La búsqueda de justicia
Si en las chinampas cada semilla es una apuesta por la vida, en los tribunales cada documento es una batalla contra el olvido.
El día del ataque con ácido contra Elisa, un familiar suyo acudió ante las autoridades a presentar la denuncia correspondiente, en ese momento el delito se clasificó como lesiones dolosas o intencionadas, pese a la saña con que se perpetró la agresión.
Tras un largo proceso médico, en el año 2005, fue la propia Elisa quien se dijo lista para iniciar su búsqueda de justicia y acudió ante la entonces Procuraduría General de Justicia capitalina -hoy FGJ-, con el propósito de conocer los avances en su carpeta de investigación. La dependencia le indicó que no había ninguna averiguación previa con el folio que ella tenía, ni siquiera con su nombre, como si el ácido hubiera quemado también los papeles.
Acostumbrada a ver germinar lo imposible, entendió que la justicia era otra semilla rebelde. Con ese aferramiento, en diversas ocasiones buscó respuesta, pero siempre fue la misma: su carpeta de investigación estaba extraviada y con ello la posibilidad de acceder a la justicia era casi nula.
En 2019 nuevamente sufrió agresiones por parte de su expareja y decidió presentar una denuncia por violencia familiar. Por este delito se obtuvo una sentencia en 2022 correspondiente a siete años de prisión. Actualmente, el presunto feminicida de Elisa se encuentra en prisión en la Ciudad de México por el delito antes mencionado, pero no por el ataque con ácido, dejando al reloj de la justicia totalmente atrasado.
Ahora busca que el hombre sea sancionado por tentativa de homicidio, aunque esto no ha sido sencillo.
Fue apenas en 2021, veinte años después de la agresión, cuando la Fiscalía de Investigación del Delito de Feminicidio comenzó la integración de la carpeta por el delito de tentativa de homicidio.
El camino en su búsqueda de justicia ha sido tortuoso, pues no ha dejado de caminar detrás de las autoridades para que estas avancen en su proceso. Pese a ello, ha buscado llevar su vida de una manera que la haga sentir plena.
Una recomendación ignorada
En octubre de 2022, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) emitió la Recomendación 8/2022, dirigida a la Fiscalía General de Justicia capitalina por no garantizar el derecho de acceso a la justicia en la investigación de violencia feminicida, así como el derecho a una vida libre de violencia a Elisa Xolalpa.
En este texto se destaca que la sobreviviente de violencia química tenía derecho a que las investigaciones se condujeran bajo perspectiva de género, con un debido análisis de contexto e interculturalidad.
Entre los puntos recomendatorios dirigidos a la Fiscalía General de Justicia capitalina destacan la inscripción de Elisa Xolalpa Martínez en el Registro de Víctimas de la Ciudad de México y proceder a los planes de reparación integral junto con dos víctimas indirectas.
De igual forma se tendrán que llevar a cabo acciones encaminadas a que la víctima directa pueda ejercer sus derechos a la verdad y a la justicia para que los delitos en su contra no queden impunes.
Pese a esta recomendación, Elisa ha enfrentado una serie de fallas en cuanto a acompañamiento por parte de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de la Ciudad de México.
“Busco que mi caso no quede en la impunidad”
Hoy, las manos de Elisa —marcadas por cicatrices y tierra— no solo siembran flores, sino símbolos de resistencia: “busco que mi caso no quede en la impunidad, en el olvido; quiero que él reciba su castigo, el que se merece y no el que yo quiera imponerle”.
Recuerda que hace 20 años no se hablaba de violencia de género, pero ahora comprende lo que hay detrás de la estructura patriarcal y las consecuencias que esta trae consigo para la vida de las mujeres.
A su yo de 18 años Elisa no la recrimina nada por haberse culpabilizado o escondido, “tal vez era mi forma de mantenerme segura”. En ese momento “no tenía las bases que ahora tengo, ahora trato de darme más valor y de exigirle más a las autoridades”.
“Después de un camino oscuro poco a poco vamos viendo un poco de luz, cada vez que avanzamos voy sintiéndome más segura y con más valor para enfrentar lo que viene. Parecía algo inalcanzable, pero hemos logrado tanto. Creo que soy la primera mujer de mi pueblo en alzar la voz y protestar por las violencias, porque rompí ese pacto del silencio. Al hablar, otras mujeres decidieron también romper el pacto. No hay impunidad que dure 100 años, porque acá sabemos bien que las mujeres sabemos hacer justicia”, sentenció.
En San Luis Tlaxialtemalco, su voz resuena como un canal que rompe diques: otras mujeres ahora leen sus heridas como mapas y sus denuncias como brújulas. Las chinampas, testigos ancestrales, guardan un secreto: la justicia, como el cempasúchil, puede tardar en florecer, pero nunca se marchita.
La historia de Elisa Xolalpa forma parte del especial de Radio Fórmula: "Rostros de resistencia. Reconstruir la vida tras un ataque con ácido". Puedes leer el reportaje completo AQUÍ.