Cuando Esmeralda Millán decidió separarse de su expareja –un hombre que durante años la golpeó, humilló y aisló-, se prometió dos cosas: buscar un trabajo y ahorrar para poder llevar a sus hijos a la playa. Quería que el mar les lavara el miedo y les diera un nuevo comienzo. Pero, antes de que pudiera hacer realidad ese sueño, Fidel 'N', con quien vivió poco más de un lustro, intentó acabar con su vida usando una sustancia química.
Antes del ataque, Esmeralda solía maquillarse, delineaba sonrisas y capturaba su esencia frente a las cámaras. Ahora, el mirarse en un espejo se ha convertido en un acto doloroso: lo que ve la sume en la depresión y desata un temor que le nubla el aliento.
Violencia precedida por más violencia
Esmeralda Millán era menor de edad cuando conoció a Fidel 'N', su expareja. A los 17 años, aún una adolescente, tuvo a su primer hijo con él. Aunque intentó terminar su relación en más de una ocasión, la violencia psicológica que había ejercido en su contra la convenció de que ella no podría seguir sola.
Un nuevo embarazo llegó, y con él, más violencia. Así pasaron los años hasta que finalmente decidió abandonarlo y no volver.
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Fidel 'N' continuó insistiendo para que Esmeralda volviera; sin embargo, ella se negó a creer las mismas promesas que él le había repetido en más de una ocasión.
En 2018, Fidel intentó secuestrarla, haciéndole creer que la buscaban en la escuela de su hija. Un taxista que presenció la situación la ayudó a escapar.
Esmeralda informó del incidente a las autoridades, quienes se presentaron en el lugar de los hechos y le dijeron que, si ya todo estaba resuelto y no había ocurrido un secuestro, entonces el problema estaba solucionado.
Sin evaluar el riesgo al que estaba expuesta, las autoridades abandonaron a Esmeralda. Ese mismo año, Fidel le arrojó ácido y casi terminó con su vida.
La denuncia, el olvido y la luz al final del túnel
Esmeralda Millán nunca imaginó que, tras la agresión con ácido por parte de su expareja, la búsqueda de justicia sería una carrera de obstáculos.
Cuando su madre acudió a presentar la denuncia por intento de feminicidio, se encontró con una pared burocrática: no la escucharon. Fue solo hasta que la familia grabó un video exponiendo el caso públicamente que la Fiscalía del Estado de Puebla se movilizó. Sin embargo, ese primer paso no bastó para resolver el caso; fue necesario que Esmeralda y su familia tomaran la justicia en sus manos.
Una tía de Esmeralda decidió localizar por su cuenta a Fidel y consiguió que lo detuvieran. Durante la primera audiencia se estableció que el caso sería procesado como tentativa de feminicidio, un pequeño logro dentro de un proceso que estaba por complicarse.
Desde ese momento, las audiencias se convirtieron en un laberinto de cancelaciones y retrasos. Por años, el juicio no avanzó más allá de la audiencia intermedia, pues cada pequeño detalle servía como pretexto para postergar el proceso. Cambios repentinos de abogado por parte de Fidel, vacaciones del juez y la pandemia se convirtieron en razones para una espera interminable.
“Él también tiene derechos”, le repetían las autoridades a Esmeralda, mientras ella enfrentaba la angustia de ver pasar el tiempo sin resultados.
El gobierno de Puebla no solo la abandonó en su búsqueda de justicia, sino que tampoco le brindó el acompañamiento psicológico, médico ni social que necesitaba.
"Desde el día uno que me pasó esto, Puebla no me ha dado nada", expresó Esmeralda, quien aún recuerda la indiferencia que enfrentó por parte de las autoridades.
Tras más de un año y medio desde la agresión, el único apoyo institucional que recibió del gobierno fue el traslado de Puebla a la Ciudad de México. Allí, la Fundación Carmen Sánchez entró en su vida, acompañándola en el proceso de reconstrucción física y emocional.
La fundación se ha convertido en su mayor respaldo, organizando rifas y colectas para brindarle apoyo económico. Pero también, tomándola de la mano todo el camino, incluso cuando finalmente el pasado mes de marzo de 2024 Fidel fue sentenciado a 42 años de prisión por el delito de tentativa de feminicidio.
“Gracias a ellas seguí de pie”, dijo Esmeralda Millán tras conocer la sentencia contra el hombre que intentó asesinarla.
La sentencia le trajo un respiro, pero no cerró sus heridas, no lo siente como el final, pues su vida quedó marcada por la violencia machista.
"Estamos acostumbradas a vivir maltrato verbal y físico; pueden llegar a los golpes, pero nunca me imaginé una magnitud de estas. Que te dañen con ácido, nunca lo había escuchado hasta que me pasó", concluyó.
La historia de Esmeralda Millán forma parte del especial de Radio Fórmula: "Rostros de resistencia. Reconstruir la vida tras un ataque con ácido". Puedes leer el reportaje completo AQUÍ.