La hepatitis aguda es una de las formas en que se manifiesta la enfermedad provocada por diversos virus y en ocasiones puede causar daños tan severos que comprometen la sobrevivencia de los pacientes haciéndola depender de un trasplante de hígado.
La vida después de un trasplante requiere de cuidados permanentes como medicación sostenida y vigilancia de las enzimas hepáticas. Sin embargo, bajo condiciones idóneas una persona puede seguir viviendo durante décadas.
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De hecho, niños que han recibido un hígado ajeno han llegado a sobrevivir 20 años después del trasplante, según la publicación “Trasplante de hígado en niños” realizada por médicos del Hospital Infantil de Texas, Estados Unidos.
Las tasas de supervivencia después de un trasplante de hígado en infantes de 1 a 5 años de edad está calculada entre un 84 y 91 por ciento.
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En el caso de los trasplantes de hígado practicados en adultos, el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de Estados Unidos, refiere que el 72 por ciento de los pacientes sigue vivo 5 años después de la cirugía y el 53 por ciento, 20 años después.
La hepatitis aguda es sólo una de los diversos padecimientos que pueden conllevar a la necesidad de un trasplante de hígado. Otras enfermedades relacionadas son la cirrosis, el hígado graso y la insuficiencia hepática crónica.
Existen diversas formas de hepatitis, como las identificadas con las letras A, B, C y D, que son provocadas por diferentes virus y transmitidas por contacto con heces o fluidos corporales.
Estas enfermedades provocan la inflamación del hígado y pueden producir daños a largo plazo que afecten irremediablemente el funcionamiento del órgano.
Los casos de hepatitis aguda B y C son lo que más frecuentemente generan daños que conllevan a la extracción y trasplante de hígado para garantizar la supervivencia del paciente.