Muchos pensarían que las tierras de Jerez, municipio de Zacatecas, no son fértiles, pero lo son. Por kilómetros se parecen más a una estepa amarillenta de hierba y ramas, aun así, sus habitantes no dejan de describir lo “verdes” que se ponen los cerros cuando es la temporada de lluvias. Así son las tierras de las 18 comunidades en las que vivían los más de 2 mil desplazados por la violencia. Y ahora están abandonadas, solas, secas.
Esta información es parte de "Los fantasmas de Jerez: Las casas y las vidas que arrebató el narco", una investigación especial de Grupo Fórmula.
Te podría interesar
Miedo a ver los ‘amiguitos’, un sentimiento en Zacatecas
Francisco, quien fue víctima de desplazamiento, recuerda que el factor para dejar su hogar fue un sentimiento generalizado entre la gente de su comunidad: el miedo.
Ese miedo de ver a los “amiguitos” (sicarios) a toda hora, día y noche, sin saber si podían quedar en un fuego cruzado por los enfrentamientos entre cárteles.
Te podría interesar
“Aquí todo el mundo nos dedicábamos nada más a trabajar nuestras tierras”, cuenta Francisco, angustiado. Tierras utilizadas para la producción de avena (forraje), durazno, frijol, manzana principalmente; así como la alfalfa, el ajo y la tuna.
Sembrar una hectárea de durazno, por ejemplo, ronda en los 10 mil pesos aproximadamente; en Jerez se tenían registradas para 2020 al menos 15 mil 974 hectáreas sembradas de esos cuatro cultivos, de acuerdo con el Anuario Estadístico de la Producción Agrícola del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera.
El abandono, una constante en Jerez
Francisco es sólo uno de los muchos productores afectados quienes, al abandonar sus lugares de origen, no sólo dejaron atrás sus casas, también sus cosechas, su fuente de trabajo por supuesto, sus tierras.
En 2020 el valor de las cosechas como el forraje es de 48 millones 159 mil pesos mexicanos, la de durazno es de 80 millones 886 mil pesos; la de frijol es de 95 millones 546 mil pesos y la de manzana 16 millones 718 mil pesos. Y aunque entre un año y otro puede haber variaciones, entre 2019 y 2020 la producción se mantuvo estable.
“El año pasado perdimos lo que fue la cosecha. Se puede decir que prácticamente toda se perdió”, confiesa Francisco, “si en estos días no le ponemos atención a nuestras huertas, son pérdidas que nos lleva tres años recuperarlas”.
Algunos productores, como Francisco, lograron recuperar parte de sus cosechas; puesto que en octubre del año pasado pudieron regresar para cosechar varios de sus cultivos. Eso sucedió en Palmas Altas, pero hubo otras comunidades donde perdieron todo por las plagas o los animales contaminaron sus tierras.
De acuerdo con datos del Sistema Estatal de Información, Jerez es uno de los municipios más productivos de la entidad y destaca en al menos 4 de 26 cultivos en Zacatecas.
Una situación similar de abandono ocurrió en las otras 17 comunidades. Sarabia fue una de ellas, donde los cultivos abandonados son evidentes desde que se avanza por los caminos de terracería.
“A lo mejor decíamos que no ocupaba mucho al gobierno porque estábamos en nuestros ranchos y lo que cultivábamos, lo que trabajábamos, era de nosotros”, comenta María, habitante de Sarabia.
Ella, al igual que muchas familias de esas 18 comunidades, se dedicaban a ser peones en el campo. Esa actividad la compensaban con oficios como la mecánica o la venta de comida preparada, no necesitaban más porque en sus tierras lo tenían todo.
“Ahora que salimos, a la mejor que ocupamos ayuda del gobierno. No digo nada más yo, sino todos. Porque todas las casas están dañadas empezando por la mía”, pide la señora María.
Al menos el 50% de la producción se perdió por el abandono
Raúl, vecino de María, tuvo una historia similar, pues recuerda que antes de abandonar sus casas en Sarabia, su principal actividad económica era la producción de durazno, frijol, avena y maíz, pero fue el miedo lo que provocó que salieran a toda prisa.
Laura, su nuera, también coincide en lo productivas que eran sus tierras, pues aseguran que pese a las carencias, podían conseguir de comer con tan solo cortar o cosechar algo de los alrededores.
“Muchas personas no sembraron ni cosecharon por el miedo de lo que pudiese pasar. Allá en sus tierras tan solitarias, fue mucha la afectación. Algunas cosechas se perdieron, otras ni siquiera pudieron trabajar otros terrenos, ni siquiera se pudieron sembrar. Sembraron miedo y la gente ya no pudo sembrar nada”, comentó una profesora de Sarabia.
Ella calcula que al menos el 50 por ciento de toda la producción de maíz y frijol se perdió tras el abandono de las comunidades.
Las pérdidas se calculan en proporciones similares en cuanto al ganado se refiere. Muchos de los habitantes tuvieron que rematar a sus reses tras bajar a la cabecera municipal donde no hay las condiciones para mantenerlas.
Hubo situaciones más dramáticas, pues aquellos que se encargan del cuidado de animales tuvieron que abrir las cercas para que se fueran. Hasta los animales huyeron de la violencia.
Hoy sólo quedan casas abandonadas, calles vacías y agujeros de bala que hablan silenciosamente sobre una vida que ya no existe. Y no es algo que vaya a regresar pronto. Aunque ellos llevan poco más de un año fuera de sus casas, alejados de sus vidas, la recuperación económica, según comentan los habitantes, podría tardar hasta 10 años.
“Hemos tenido tantas pérdidas. Así sin contar todo, todos los ahorros que teníamos para seguir invirtiendo y seguir trabajando, nos quedamos limpios. ¿Y para qué invertir si no hay seguridad?, ¿para volver a perder? Pues mejor era dejar estas tierras completamente abandonadas”, remata Francisco.
El impacto no sólo es para las comunidades de Jerez, sino para todos aquellos que tenían un lazo comercial con el municipio. Esas cadenas de producción son las que apenas resentirán la falta de cosechas y ganado, esas que tanto se han sentido por el abandono.