“Lo que a mí me salvó la vida, literalmente, es que me desmayé y él se asustó”, recuerda T, al hablar sobre el intento de feminicidio que vivió. Ella era joven, él era su novio. Ella venía de salir de fiesta con sus amigas. Él no le creyó. Entonces la agredió. Ella fuma. Esa noche no lo hizo, y con eso le bastó a él para intentar quitarle la vida.
“Yo no olía cigarro, ¿no? Entonces que no era creíble que yo viniera de un bar, y en cuestión de segundos se volvió loco y me lanzó a la cama, se lanzó encima de mí y me empezó a ahorcar”, agrega T, en una entrevista para la investigación 'Sobrevivir juntas juntas a la violencia contra las mujeres'.
Al hablar de su agresor, ella lo describe como celoso y posesivo, comportamientos que comúnmente se asocian al amor de pareja, a las relaciones, pero que no son más que reflejos de la violencia, la mayoría de las veces violencia contra las mujeres, es decir, que afecta a las mujeres por su condición de mujeres, porque los hombres las consideran suyas, controlables, sus pertenencias.
El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) diseñó una guía para identificar estas violencias, que pueden comenzar con un comentario, una actitud, o una broma pero que pueden convertirse en un golpe, un ataque, un asesinato, un feminicidio.
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El feminicidio y su impunidad
Denunciar un feminicidio no necesariamente puede resultar en la obtención de justicia. Aunque es uno de los delitos que tiene una tasa de impunidad menor con respecto al promedio nacional de 91.8 por ciento en 2021, la falta de resolución en estos casos sigue siendo muy alta, con 88.1 por ciento, según datos de México Evalúa.
El número de casos denunciados de este delito se ha mantenido al alza en el país desde 2015, cuando empezó a registrarse en todas las entidades.
A ello se suma que la tentativa de feminicidio no está reconocida en todo el país como una forma de este delito en sí, lo que deriva que estas agresiones se clasifiquen como lesiones dolosas.
Aunque según especialistas, eso se debe a distintos factores. Por un lado, las fiscalías han comenzado a registrar con mayor claridad estos casos, que usualmente solían catalogar como homicidios dolosos; pero por otro lado, por una innegable alza de violencia contra las mujeres.
Ello se refleja también en el incremento constante de los casos de homicidios dolosos en que las víctimas son mujeres.
Mientras que en 2015 se registraron 1 mil 737 víctimas mujeres de homicidio doloso, esa cifra creció a 2 mil 867 en 2019, el mayor registro hasta ahora, y se ha mantenido por arriba de las 2 mil 700 víctimas en los dos años pasados.
Y en los primeros 9 meses de este 2022, los datos no han cambiado mucho, pues en junio se alcanzó un máximo de 279 víctimas, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
En 2021, los 3 mil 746 casos significaron un incremento de 58.3 por ciento contra 2015. Esa alza contrasta con el incremento que tuvieron las víctimas en general de homicidios en esos años, que subieron 15.8 por ciento en México, es decir, una variación casi 4 veces menor.
Pico histórico de feminicidios
En agosto de 2021, el registro de feminicidios en el país alcanzó su máximo histórico de 108 casos en el que terminó siendo el año con el mayor número de estos crímenes en el país hasta ahora, con 966 casos.
El Estado de México se mantuvo como la entidad con la mayor cantidad de casos, con 143, es decir uno de cada siete de los ocurridos en el país. Veracruz, Jalisco, Nuevo León y Ciudad de México siguieron en esa lista con entre 60 y 70 casos cada una. Con lo que esas 5 entidades concentraron el 42 por ciento de los casos de feminicidio en el país.
Uno de los casos más sonados en aquel fatídico agosto fue el de Mireya Barbosa Hernández, una joven de 20 años de Zacatecas que fue víctima de feminicidio cuando viajaba a la capital del estado, su ciudad, desde la localidad de Sombrerete.
Su cuerpo fue abandonado en el municipio de Guadalupe envuelto en una sábana entre los arbustos y encontrado hacia el 15 de agosto. Seis días antes, sus familiares la habían reportado como desaparecida.
Con marchas, colectivas feministas de la entidad exigieron justicia por el crimen contra Mireya. Después de esa movilización, en los medios locales y nacionales no se volvió a hablar del caso.
De acuerdo con México Evalúa, Zacatecas es la segunda entidad con mayor tasa de impunidad en los casos de feminicidio, con 98.60 por ciento, sólo por detrás de Nayarit, que en 2021 registró el 100 por ciento de impunidad.
En ese año, Zacatecas registró 11 denuncias por feminicidio, 4 de ellas en agosto, entre ellas la de Mireya. De ellas, según información proporcionada vía transparencia, sólo se iniciaron 9 causas penales ese año.
A ellas se suman 14 causas iniciadas por tentativas de feminicidio. De esas 23 causas, sólo en 21 de ellas se llegó a una sentencia, 18 condenatorias y 3 absolutorias. El poder judicial de la entidad no detalló más sobre estos casos.
Acceso a la justicia en casos de feminicidio y tentativas
No obstante que su investigación y registro tiene condiciones más o menos similares en las 32 entidades del país, el feminicidio sigue siendo un delito del que es difícil obtener justicia.
Según el reporte "Hallazgos 2021: Seguimiento y evaluación del sistema de justicia penal en México", de la organización México Evalúa, que alcanzó a 23 entidades, Nayarit, Zacatecas y Quintana Roo son las tres entidades con mayor impunidad en casos denunciados de feminicidio con 100, 98.6 y 97.7 por ciento respectivamente.
Mientras que el promedio nacional es de 88.1 por ciento, menor al 96.9 por ciento que se registra en los casos de homicidios dolosos. En su análisis destaca además que el Estado de México, una de las entidades más aquejadas por este delito, no cuenta con información suficiente para realizar este análisis.
Para T, esto es un problema grave, pues mientras las sobrevivientes a estos delitos y las víctimas indirectas tienen que pasar por largos procesos para encontrar la paz y poder rehacer sus vidas, los agresores siguen en libertad y hacen su vida "como si nada".
Desde su perspectiva, la construcción de la justicia se concentra en que haya un proceso sancionador, una especie de equilibrio entre lo que ella tuvo que pasar y lo que pueda vivir su agresor.
"Porque sí muchas veces sentí coraje, muchas veces he vuelto a sentir enojo de saber que yo tuve que vivir un proceso brutalmente complicado en 10 años, y que él sigue haciendo su vida normal. Aunque él no tuvo consecuencias”, explica T.
-En esta parte que dices de la justicia, en este momento ¿qué necesitarías para tener justicia?- se le preguntó.
“Que él esté en la cárcel. Yo no creo en la justicia restaurativa. No a los niveles de violencia de los cuales fui víctima”, acota.
La justicia restaurativa se refiere a un mecanismo en cual se busque que el ofensor pueda reparar el daño a la víctima. Con ese modelo, se busca que la víctima se convierta en el centro de las medidas de aplicación de la justicia y tome un papel activo en la resolución del conflicto. Sin embargo, no siempre resulta la mejor opción.
El camino a la sanación tras dos intentos de feminicidio
Ante este escenario, las sobrevivientes a tentativas de feminicidio e incluso las víctimas indirectas de estos crímenes tienen muy pocas posibilidades de encontrar la reparación efectiva a sus casos.
Por ello, las víctimas y sobrevivientes de casos de feminicidio tienen que buscar otras alternativas para encontrar la paz más allá de buscar la solución ante un juez.
La impunidad en estos casos llevó a T a buscar formas de rehacer su vida y alcanzar cierto grado de paz, ante la falta de atención a su caso y que su agresor siguiera libre.
Una de las vías que encontró para alcanzar la paz consigo misma y tomar fuerza para sentirse un poco más tranquila en relación con la situación de agresión y vulnerabilidad que vivió fue gracias a poder compartir su experiencia con otras mujeres y que gracias a ello, pudiera ayudar a otras víctimas a descubrir los tipos de violencia que estaban padeciendo.
Desde 2019, T imparte una conferencia en que comparte lo que vivió en ese periodo de su vida que se centra en visibilizar distintos tipos de violencia, las formas en que escalan, la repercusión que tienen en las vidas de las mujeres y algunas señales de alerta para prevenirlas.
Además ofrece talleres de empoderamiento de las mujeres que le han permitido dar más apoyo a otras mujeres. Es parte de la sororidad, la que llama a fortalecer entre las mujeres y la sociedad civil.
“Estoy tranquila por la decisión que he tomado de hablar de mi experiencia y de mi caso de manera pública porque sí he podido ayudar a otras mujeres”, sostiene.
Sin embargo, T reconoce que como mujer está muy lejos de sentirse segura tras los intentos de feminicidio, en buena medida porque reconoce que hay muchos espacios donde su libertad está coartada, como al salir a la calle, tratar de caminar de noche o abordar un servicio de transporte privado, como un taxi o un auto de aplicación.
“O sea, mi integridad puede verse comprometida en cualquier momento por ser mujer y por cualquier persona, por cualquier hombre. En este caso sería soberbio de mi parte decir que estoy segura”. dijo “A mí me pasó, y puedo decir que sí hay vida después de la violencia”, concluye la sobreviviente de feminicidio.
Esta información forma parte de la investigación especial Sobrevivir juntas a la violencia contra las mujeres realizado en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres (#25N).