En Baja California Sur se encuentra el árbol endémico conocido como “Encino arroyero”, una especie de robles centenarios sobrevivientes del cambio climático.
Se localizan en zonas serranas de La Paz y Los Cabos, hay en mayor cantidad en la Reserva de la Biosfera Sierra la Laguna.
Un encino arroyero llega a medir 20 metros de altura y tener copas de 30 metros cuadrados, llegando a sobrevivir por un gran periodo.
Son descendientes de antepasados que vivieron hace millones de años. Investigadores consideran que son árboles “héroes” pues han pasado por gran cantidad de huracanes y enfrentado otros duros desafíos climáticos.
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Y, aunque gran parte de encuentra a orillas de arroyos del sur del estado, no son arrastrados por las fuertes corridas de agua que se generan por lluvias y ciclones.
Los encinos dan protección ante la caída de agua, fijan suelo, capturan carbono, proveen de alimento al ganado y se convierten en refugio de la fauna, también proporcionan madera.
La carnita asada debajo de un encino
La especie es conocida entre la población como encino bellotero, muchos se encuentran en arroyos que se convierten en los lugares idóneos en temporadas de calor, hay familias que buscan estos árboles para pasar ratos debajo de las sombras disfrutando de una rica comida.
Hay quienes disfrutan de un día de campo debajo de encinos con familia realizando una “carnita asada”. En estos lugares, visitantes se encuentran con vacas, chivos, caballos y hasta burros de ranchos ubicados en la zona.
Enfrenta peligros
Los animales buscan estos árboles por semillas de los robles, conocidas como bellotas, se convierten en alimento para el ganado.
El encino arroyero, de nombre científico, Quercus brandegeei, presenta un problema importante, mismo que es estudiado por investigadores, la especie no se está regenerando.
Es decir, se pueden encontrar árboles centenarios, pero no “encinos pequeños” nacidos de las bellotas.
Este roble se encuentra en la categoría de amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Su baja tasa de regeneración tanto sexual como vegetativa, estrecha distribución, cambio climático y el gran consumo de bellotas. Son sus principales amenazas de desaparición.