Las monodietas, también conocidas como dietas monotróficas o dietas de un solo alimento, hoy prometen esa imagen corporal y salud ideal encumbrada en las redes sociales, pero en realidad tienen siglos de tradición.
Por ejemplo, el poeta inglés Lord Byron popularizó en el siglo XIX la dieta del vinagre, un método para disminuir el apetito que le dejó en los huesos. Sus efectos adversos ya habían salido a la luz en 1733, cuando el médico Pierre Desault publicó el caso clínico de una mujer francesa, llamada Mademoiselle Lapaneterie, que falleció un mes después de seguir esa nociva práctica.
De la dieta de la manzana a la de la sandía
Sin ir más lejos, muchos de estos regímenes restringidos han gozado de predicamento durante los últimos 50 años. En Japón, en la década de 1970, apareció la dieta de la manzana, que supuestamente desintoxicaba el cuerpo y favorecía la pérdida de peso con rapidez. Por esos mismos años, la dieta del limón –conocida como la “dieta maestra de limpieza”– prometía eliminar las sustancias tóxicas del organismo mediante el consumo exclusivo de ese cítrico, jarabe de arce y pimienta de cayena.
La dieta del pomelo y el huevo también empezó a reclutar adeptos en Estados Unidos por entonces. Celebridades como Elvis Presley, Brooke Shields y Jennifer Aniston han puesto rostro a este procedimiento para adelgazar. Después tomaron el testigo la dieta de la papa (en los ochenta en Europa), la de la sandía (en los noventa en Estados Unidos) o la del plátano (principios del siglo XXI en Australia).
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Un sinfín de efectos negativos
Actualmente, siguen en boga numerosas dietas monotróficas –la del pomelo, la de los cacahuetes, la del arroz, etcétera-, que prometen resultados muy rápidos. Pero ¿son saludables y seguras? La respuesta corta es no.
En primer lugar, al basarse en un solo alimento o grupo reducido de alimentos, estas dietas son simples y poco variadas, lo que limita la ingesta de calorías y nutrientes. Y aunque hay poca evidencia empírica, la ciencia sí ha demostrado que pueden causar malnutrición, anemia, osteoporosis, toxicidad de nutrientes y catabolismo (destrucción) muscular.
Otros problemas asociados a estas prácticas son desórdenes gastrointestinales como estreñimiento y diarrea, fatiga y estados de ánimo exacerbados, así como trastornos alimentarios y de la ingestión de comida.
Para más inri, se promocionan como una forma rápida de adelgazar, cuando la disminución de la masa corporal se debe a la merma de agua y músculo, en lugar de la pérdida de grasa. Y al ser restrictivas, resultan difíciles de seguir a largo plazo.
Por todas las razones anteriores, es importante consultar con un profesional de la salud antes de emprender cualquier cambio significativo en nuestra dieta. Los expertos en nutrición han expresado su preocupación sobre los efectos de estas opciones poco variadas y recomiendan evitarlas.
Opciones saludables y sostenibles
Aunque hay quien encuentre beneficios en las monodietas, los regímenes saludables y sostenibles son aquellos que incluyen una variedad de alimentos nutritivos en proporciones adecuadas. Es importante considerar que no existe un tipo de alimentación perfecto para todas las personas del mundo. En última instancia, dependerá de las necesidades individuales y de la disponibilidad de comida.
Entre las opciones respaldadas científicamente se encuentra la dieta mediterránea, basada en el consumo de alimentos ricos en fibra, grasas saludables como el aceite de oliva y los frutos secos, pescado y verduras. Ha demostrado ser efectiva para perder peso y prevenir enfermedades crónicas en países europeos y africanos que lindan con el mar Mediterráneo, aunque también puede ser adaptada en otras regiones del mundo.
Otra alternativa interesante es la dieta DASH (siglas de Dietary Approaches to Stop Hypertension), enfocada en el consumo de frutas y verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables. Un estudio publicado en el Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics encontró que los participantes que la siguieron perdieron más peso que quienes hicieron una dieta típica de América del Sur.
También es una opción sana y sostenible la dieta nórdica, propia de los países del norte de Europa, que se basa en alimentos locales y de temporada como pescado, bayas, cereales integrales y verduras. Está demostrado que puede favorecer la reducción de la inflamación y el riesgo de enfermedades crónicas.
Por último, la dieta asiática tradicional, enfocada en el consumo de arroz, pescado, verduras y té verde, se ha asociado con una menor incidencia de enfermedades crónicas y una menor tasa de obesidad.
En general, las dietas saludables y sostenibles priorizan los alimentos vegetales y los cereales integrales y están basados en patrones alimentarios tradicionales que enfatizan la utilización de productos locales y de temporada. Cabe recordar que cualquier régimen controlar el peso corporal o destinado a tratar alguna patología debe ser personalizada y supervisada por dietistas-nutricionistas y, en algunos casos, requiere control médico.
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*Autores: Nadia San Onefre Bernat, profesora asociada al Máster de Nutrición y Salud de la UOC, Universitat de València; Eva María Trescastro López, doctora en Salud Pública, dietista-nutricionista, Universidad de Alicante; Jose Miguel Soriano del Castillo, Catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat de València; Ma Inmaculada Zarzo Llobell, estudiante de Doctorado en Medicina, Universitat de València.
*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias análisis y comentarios de expertos académicos.