Si tienes un gato, seguramente habrás notado que en la mayoría de las ocasiones impide que le hagan caricias en el estómago. Aunque no todos odian este tipo de afecto, es cierto que muchos de ellos pueden reaccionar de manera violenta. Según expertos en animales, esto podría deberse a varias situaciones.
La explicación de esto radica, principalmente, en la personalidad y la relación del gato con su dueño. Cuando este se siente seguro y relajado, es posible que disfrute de algunas caricias en la panza, pero no por mucho tiempo.
Por otro lado, cuando no se deja acariciar el vientre en absoluto es por su naturaleza, ya que le impide dejar expuesta su panza porque se sienten vulnerables, debido a que creen que así pueden ser una presa fácil para los depredadores. Su instinto le pide proteger su panza como una medida de defensa.
La explicación científica, según subraya National Geographic, es que el gato es sensible en la zona de la cola y la panza, debido a unos folículos pilosos que son hipersensibles al tacto. En cambio, donde más les gusta que le acaricien son en zonas alrededor de su cabeza. “Los gatos prefieren que los mimes y les rasques la cabeza, específicamente debajo de la barbilla y las mejillas donde tienen glándulas de olor”, explicó la especialista veterinaria, Lena Provoost.
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No obstante, es importante prestar atención a las señales del gato y respetar sus preferencias personales de contacto.
En caso de que el gato esté sobrestimulado por haber tenido demasiado contacto con su humano, es necesario darle su espacio. Esto también puede ocurrir por una mudanza, mucho ruido o por cambios de hábito.