Los apellidos no siempre se han heredado de padres a hijos. En la Antigüedad, las personas podían usar toponímicos (el nombre del lugar de origen) como Heráclito de Efeso o Jesús de Nazareth o patronímicos que no se heredaban como Paris hijo de Príamo.
En la antigua Roma el nomen y el cognomen funcionaban como tipos de protoapellidos, en tanto que indicaban el clan al que pertenecía una persona y la rama respectivamente, así lo detalla el estudioso de la Heráldica, Prudencio Bustos Argañaraz.
No obstante, esta forma romana de estructurar el nombre convivió en lo que hoy es Europa con muchas otras, como la judeocristiana, la árabe o la goda y no pervivió demasiado.
Incluso cuando en España se empezaron a usar patronímicos de terminación -ez, estos no se heredaban de padres a hijos, sino que cada individuo iba a teniendo un patronímico propio.
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"Al comienzo el uso del apellido era personal, sobre todo en el caso de los patronímicos, y por tanto cambiaba en cada generación, indicando en cada caso el nombre del padre del individuo en particular . Así, el hijo de Laín Calvo se llamó Diego Laínez, el hijo de éste Rodrigo Díaz, y el de éste podría haberse llamado Pedro Rodríguez, y así sucesivamente", ejemplifica Prudencio Bustos Argañaraz.
Asimismo, también se podía elegir el nombre de un antepasado ilustre o un toponímico como protoapellido, y era común encontrar padres, hijos y hermanos con diferentes apellidos.
"Por ejemplo, cuatro de los hijos de don Jerónimo Luis de Cabrera y doña Luisa Martel de los Ríos se llamaron don Pedro Luis de Cabrera, don Gonzalo Martel de Cabrera, doña Petronila de la Cerda y doña Francisca de Mendoza", detalla Bustos Argañaraz.
¿Por qué se heredan los apellidos?
De acuerdo con el estudioso Xabier Ormaetxea en el Concilio de Trento (1542-1562) se planteó que los apellidos se heredaran de padre a hijo. Ello podría haber servido para identificar a 'herejes' en medio de la Reforma protestante, según algunos estudiosos.
Así, partir del siglo XV los patronímicos comenzaron a heredarse, pero esta costumbre siguió conviviendo con la de usar el nombre de padre como apellido hasta el siglo XVII.
Hasta el momento el apellido paterno es el que acredita la filiación de los ascendientes y en el momento del registro de un recién nacido, se debe guardar el orden de nombre, apellido paterno, apellido materno.
El orden de los apellidos tiene que ver, como juristas han admitido, con que hasta hace algunos años, el padre era la figura de autoridad en la familia a quien esposa e hijos debían obedecer.
Recientemente se aprobó una reforma para que madres y padres puedan decidir el orden de los apellidos de sus hijos e hijas, como parte de una modificación al artículo 58 del Código Civil Federal, pero esto todavía no es ley.
*Con información de Bustos Argañaz, Prudencio, "Orígenes de los apellidos hispanoamericanos"