Cada Día de Muertos, entre el 1 y 2 de noviembre, los mexicanos reciben de 'regreso' al mundo terrenal con una colorida y deliciosa ofrenda a sus seres queridos que han partido.
Ofrendar en dicha celebración significa compartir con los difuntos el agua o vino, pan, sal, frutas y los manjares que estos disfrutaban en vida.
Se dice que los alimentos de la ofrenda pierden su sabor, tras la visita de los muertos, porque 'consumen' su esencia, al no poder comerlos.
“Las ánimas se llevaron el aroma arriba. Si tu plato de comida lo guardas en el refri, no se va el sabor. Si 'nomás' tú lo pones en el altar (como ofrenda) se le va el sabor. Porque lo llevan las ánimas”, afirma Catherine Good en su libro "El trabajo de los muertos en la Sierra de Guerrero".
Por otra parte, la tradición dicta que la ofrenda se debe quitar el 3 de noviembre, después de que los difuntos han disfrutado de ésta y han vuelto al más allá.
¿Qué pasa con la comida de la ofrenda del Día de Muertos?
Tras quitar la ofrenda, surge la duda sobre qué se hace con la comida de ésta, ya que muchas personas sugieren no comerla, porque consideran una falta de respeto consumir lo que ofrecieron a sus muertos.
Sin embargo, los alimentos se pueden comer sin problema alguno, ya que de lo contrario terminarían en la basura y eso sí sería una terrible falta de respeto.
Aunque hay que verificar que la comida, en especial los guisados y el pan, se encuentren en buen estado antes de ingerirlos y evitar aquellos que estuvieron expuestos al viento o polvo (en caso de las ofrendas colocadas en exteriores).
En el caso de las frutas de la ofrenda, solo basta con lavarlas de nuevo antes de comerlas; en tanto, con el agua puedes regar las plantas de tu casa y el alcohol, como las cervezas destapadas, tequila u otras bebidas en vaso, es mejor desecharlo, porque su sabor ya no será agradable.
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