Las ollas y los sartenes son algunos de los utensilios del hogar que más se desgastan con el paso del tiempo. Su contante uso hace que se rayen y que se les desprenda el teflón con el que muchos están recubiertos, lo que podría poner en riesgo tu salud. Para que no te pase, te decimos cada cuánto debes cambiarlos.
Las ollas, sartenes y cacerolas pueden estar fabricadas con diversos materiales como la cerámica, el acero inoxidable y el peltre, pero en los últimos años el preferido ha sido el teflón, pues evita que la comida se pegue y requiere menos aceite para cocinar tus alimentos, lo que lo hace una de las opciones más saludables.
¿Cada cuánto debo cambiar mis sartenes?
Sin embargo, el químico con el que se fija el teflón está lejos de ser saludable. Se trata del ácido perfluorooctanoico, un material que cuando se somete a una temperatura de entre 250 y 300 grados centígrado puede desprenderse.
De acuerdo con el diario The Guardian, este ácido ha sido relacionado con la aparición de tumores en el hígado, el páncreas y los testículos de animales de laboratorio, y con problemas de fertilidad.
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Aunque este material solo logra desprenderse a temperaturas muy elevadas, la industria ha preferido sustituirlo del mercado con otras alternativas.
No obstante, esto no es un aliciente para que sigas cocinando con tus sartenes rayados, pues el teflón podría desprenderse y terminar en tu comida provocando enfermedades.
Además, el teflón es uno de los materiales más seguros para cocinar, por lo que si lo haces con la mancha de metal que tienes por sartén la seguridad de tus alimentos no estará garantizada.
El consejo de los especialistas es sustituir tus ollas y sartenes cada año y medio o dos años, dependiendo su desgaste.
Recuerda que para hacer más larga la vida de tus cacerolas y sartenes debes evitar lavarlos con fibras que remuevan el teflón, verter agua fría cuando este caliente y cocinar a fuego medio o bajo.
De esta forma harás que tus sartenes duren más y que se desprendan vapores que provocan síntomas similares a la gripe en humanos, lo que se conoce como fiebre de los vapores de polímeros, y que pueden resultar letal para las aves.