Ya no me permito morir todas las noches, prefiero dormir más. Traté de salir de fiesta, hace muchos años no me permitía eso por trabajo, pero ahora es más por el hecho de descansar.
En ocasiones, salía de fiesta cuando era cumpleaños de alguien o si quería salir a divertir, pero ahora que tengo más de 9 años de no acostumbrar a mi cuerpo a no salir, me cuesta más trabajo.
Eso me di cuenta al momento de ir a un bar, cuyo nombre hace alusión a un conejo, el cual creo que todo cambió bastante, porque antes uno entraba y salía cuando quería, pero ahora tuvimos que hacer fila para entrar.
En la fila observé a jóvenes menores de 25 años, sus pláticas se relacionaba con la música y bailes, siguen a la tendencia de lo que uno puede encontrar en redes sociales, incluso las selfies no faltaron, algo que en la época que salía de noche, todavía eso no era popular y mucho menos existían los celulares con cámara, necesitábamos de un equipo para realizarlas.
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La primera vez que salí de noche fue al “Living”, un edificio que se ubica sobre Reforma, en aquel lugar solo recuerdo que había cuartos con diferentes géneros, en el centro estaba un DJ de electrónica y las luces fosforescentes sobresaltaba en la oscuridad. Un gran bar de la comunidad LGBT.
No fui una persona de salir de noche, mi cuerpo no se acostumbró a la vida nocturna y cada vez que deseaba hacerlo, podía aguantar y desvelarme, para que al otro día pudiera levantarme sin resaca... cuando tenía menos de 30 años.
El problema es ahora, si no duermo mis ocho horas y no tengo un sueño profundo, entonces mi día será pesado.
En la mesa que nos ubicaron en el bar tuve que pedir un asiento, no conocía nada de la música que se reproducía en todo el lugar y lo único que sonaba era reguetón.
Antes, las personas realizaban coreografía, cada canción tenía una para determinar que no nada más conocían a sus artistas, pero ahora solo tienen un paso, mueven la cadera o la bajan, no más.
Bailar en la pista era más que suficiente para determinar que uno se encontraba ahí, no ahora, que toman una gran cantidad de selfies para publicar una y las demás queden como un recuerdo fallido y pérdida de tiempo.
Los jóvenes bailaban, los meseros se arrastran de un lado a otro, dejan botellas de cervezas y los vasos tequileros chocan, realizando un brindis con promesas parcas y en esa noche morí, me di cuenta que uno no está para la vida nocturna.