Todavía no entiendo por qué entré a ese edificio estilo Silent Hill en la Ciudad de México (CDMX). Ingresar me costó mucho trabajo, pero eso no fue motivo para abandonarlo; mi necedad quiso conocer el lugar.
Durante años siempre veía por fuera las ventanas. Su color naranja era característico y único de Insurgentes Sur. Al llegar, un amigo ya me esperaba; nunca me imaginé que viviera en el Condominio Insurgentes 300, al que hoy en día muchos lo llaman el Edificio Silent Hill.
No se ganó ese nombre de a gratis: la estructura de los años cincuenta, influido por el international style, sobrevivió a los terremotos de mitades del siglo XIX y principios del XX. También, hay señales de inundación... pero eso sucede en toda la ciudad 'chilanga'.
No puedes ingresar solo, necesitas que alguien te abra la puerta principal para ello.
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Al abrir la puerta, esta se arrastró y provocó eco haciendo que el sonido deambulara por cada rincón. Me percaté de que los elevadores no funcionaban; sin embargo, me asombró su diseño, similar al que uno puede ver en Palacio Postal.
Mi amigo me llevó a un extremo del edificio para subir las escaleras. Vive en el quinto piso y me contó que no es común ver a mucha gente en el recinto pese a tener alrededor de 7 roomies en el departamento.
Cada piso me sorprendía más, uno podía encontrar muebles de la época por todos lados... pero el olor y las bolsas de basura eliminaban la sensación de seguridad.
En cada piso se puede ver cómo las paredes están llenas de moho, la madera se cae y lo que alguna vez fue alfombra, terminó por ser destruido a causa de la naturaleza humana y el tiempo.
Mi amigo cuenta que había pisos especiales en donde uno encontraba baños y regaderas comunitarias; no obstante, hoy en día está clausurado e incluso la leyenda dice que alguien vive ahí.
La neblina 'inunda' los pasillos
No hay luz en los pasillos. Hay una densa neblina en el ambiente y solo los focos de algunos departamentos alumbran, pero, claro, ese 'destello' no es suficiente. Me tropecé con basura, pedazos de madera y una que otra mesa, quién sabe desde qué año estarían ahí.
Llegué al quinto piso, salí de las estrechas escaleras y de repente un hombre apareció. Salté por el susto, pero no emití ningún ruido. El miedo pasó después de que me sostuviera la mirada.
A pesar de que eran las 5 de la tarde, había un ambiente nocturno; todas las ventanas están tapadas y no se puede ver el exterior. Eso complica ver todo lo que hay en el suelo.
Una vez que llegué al departamento, me di cuenta de sus condiciones y la de sus otros compañeros, pues ahí viven más de 7 personas.
Al asombro debo agregar que mi amigo paga 5 mil pesos de renta; siento que prefiere quedarse ahí por el simple hecho de pertenecer a la Roma Norte.
Durante la charla, le pregunté si alguna vez había visto algo extraño. Negó con la cabeza. Le pedí subir todo el edificio hasta la azotea para recorrer los 16 pisos y llegar a ver el helipuerto.
Al salir, seguía sin aparecer nadie. Aunque es habitable, parece un edificio abandonado; el único ruido era el de un roedor, aunque dudo de qué animal se trate.
Al llegar al piso 16, el color de las paredes cambió por completo: el negro se impuso y ahí fue el final del camino. Ya no había paso y lo dividía una puerta. Rumores, contados por mi compañero, dicen que en este edificio de Insurgentes hacen rituales satánicos, otros dicen que venden droga.
Al bajar y llegar al primer piso, pude comprobar que en las escaleras había una pequeña línea de sangre seca, quise 'investigar más' pero el ruido de varias personas bajando las escaleras me interrumpió. Ahí decidí seguir a mi amigo para que me sacara de ese edificio.