Las leyendas forman parte de la tradición oral de México y de otras partes del mundo, aunque no todas se relacionan con sucesos terroríficos y algunas dan cuenta de eventos trágicos.
Ya te hemos hablado del misterioso autobús fantasma de la Ruta G66, por lo que ahora toca el turno de comentar sobre la dolorosa muerte del ferrocarrilero sin cabeza.
Los pobladores del norte país relatan que en la década de los años 50 del siglo pasado existió un hombre que vivía en un carro-vagón de la locomotora.
Él habitaba en el pueblo de Nazareno, Durango, y su única tarea consistía en hacer los cambios de vía a las 23:00 de la noche y a las 06:00 de la mañana.
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El señor cumplía fielmente con su misión para garantizar el funcionamiento del medio de transporte, que en esa época era el más usado debido a la ausencia de carreteras.
Pero un día decidió ir a una boda y en ese tiempo se acostumbraba que los festejos empezaran a tempranas horas y se extendieran hasta altas horas de la noche.
Además, era habitual que al día siguiente los anfitriones dieran de desayunar a los invitados para continuar con el júbilo por la nueva unión matrimonial.
¿Qué le pasó al ferrocarrilero de Durango?
Se dice que el individuo pasó un grato momento en la boda, pues comió y consumió pulque y sotol. Además, sorprendió a todos con sus pasos de baile.
Ya cuando el hombre estaba ‘entonado’ recordó que casi eran las 23:00, por lo que corrió a hacer el cambio de vías y logró completar su tarea poco antes del momento crucial.
La locomotora pasó sin problemas y él se sintió contento de haber cumplido pese a que estaba pasado de copas. Luego recordó la fiesta, pero sintió temor de perderse en el alcohol y no llegar a mover las estructuras antes de las 06:00 de la mañana.
Fue entonces que decidió recostarse y descansar por unas horas, para hacer el cambio puntualmente y para después dirigirse a los festejos nupciales sin pendiente alguno.
En ese momento puso la cabeza sobre la vía, para usarla como almohada mientras llegaba la hora de ejercer su trabajo. Sin embargo, un sueño profundo lo invadió.
Ni el ruido del ferrocarril ni el movimiento del pesado transporte pudieron despertarlo, pues prácticamente quedó sedado. Fue así como el paso de la maquinaria le cercenó la cabeza.
Al día siguiente los pobladores se dieron cuenta de la existencia del cuerpo desmembrado, por lo que llamaron a las autoridades para hacer la entrega de los restos.
Desde entonces el alma en pena del ferrocarrilero de Durango transita por las vías que quedan en la localidad de Nazareno. Se debe tener cuidado porque, al toparse con él, se pueden dar desmayos que dejan a las personas tiradas en plenas vías.
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