Hablar de narcotráfico en Ciudad Juárez inevitablemente remite a historias de violencia y crimen organizado, donde la presencia de drogas y muerte son recurrentes.
Sin embargo, antes de los cárteles, una mujer dominó el mundo de las drogas en la frontera: Ignacia Jasso, alias “La Nacha”, la primera mujer narcotraficante en Ciudad Juárez.
Aunque era originaria de Mapimí, Durango, en Ciudad Juárez construyó un imperio que duró 40 años, desde la década de los 30 hasta 1970, por lo que llegó a ganarse también el apodo de "La abuela del narcotráfico".
Su negocio abarcaba la producción y tráfico de drogas como la heroína, marihuana, morfina, opio y cañamo, pero también realizó otras actividades delictivas como prostitución y el contrabando de alcohol.
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“La Nacha” comenzó su carrera criminal junto a su esposo, Pablo González, mejor conocido como “El Pablote”, pero tras su muerte, no sólo mantuvo el negocio, sino que lo expandió.
Contra todos los pronósticos de una época en la que las mujeres solían estar relegadas al hogar, ella se convirtió en la principal distribuidora de marihuana, heroína y cocaína en la frontera de Ciudad Juárez-El Paso.
Rutilio García, escritor y académico de la UACJ, ubica a “La Nacha” como un personaje clave en la historia del narcotráfico local en su libro “Drogas callejeras, arresto y consumo: Cronología del tráfico y consumo de drogas en la frontera Ciudad Juárez-El Paso”.
El imperio en la frontera
García platicó a Radio Fórmula Juárez que, desde la década de 1930 y hasta bien entrados los años 70, “La Nacha” conservó cierto control sobre el mercado de las drogas en Juárez.
Sus operaciones abastecían a consumidores locales, pero también alimentaban el tráfico hacia Estados Unidos, convirtiéndola en una figura incómoda para las autoridades de ambos lados de la frontera.
En ese tiempo, las drogas más populares eran naturales, como la marihuana y la heroína, muy distinto al panorama actual dominado por sustancias químicas de alta peligrosidad como el cristal o el fentanilo.
A pesar de operar en un entorno mucho más rudimentario que el narcotráfico moderno —sin armas de alto poder ni tecnología avanzada—, la estructura de distribución que tejió “La Nacha” permanece como un antecedente directo del crimen organizado que azota aún en la actualidad en esta frontera.
Ni Estados Unidos pudo con ella
Uno de los episodios más llamativos en la vida de Ignacia Jasso fue su detención por parte de las autoridades mexicanas.
El entonces director de la Oficina Federal de Narcóticos, Harry J. Anslinger, (considerado el primer zar antidrogas de ese país) estaba tras su cabeza, pidiendo su extradición y presionando a México para entregarla y juzgarla por delitos relacionados con el tráfico de drogas hacia su territorio.
No obstante, la Corte Suprema de Justicia de México se negó rotundamente a extraditarla, un hecho que, en palabras de Rutilio García, resulta sorprendente incluso hoy en día.
“Es un episodio muy interesante de nuestra historia. A pesar de la presión de Estados Unidos, México protegió a 'La Nacha' y no permitió que fuera juzgada allá”, comentó el académico.
La historia de Ignacia Jasso, aunque poco conocida fuera de círculos especializados, dejó una huella profunda en Ciudad Juárez.
Esta mujer no sólo fue pionera en el narcotráfico local, sino también es recordada por abrirse paso en un mundo dominado por hombres, en una actividad ilegal que con el tiempo se volvería mucho más violenta y sofisticada.
“La Nacha” representa el inicio de una larga y compleja historia de narcotráfico en esta frontera, una historia que hasta el día de hoy sigue escribiéndose.