En las polvorientas calles de Chihuahua, durante los turbulentos años de la Revolución Mexicana, se teje una historia que combina fortuna y tragedia, un relato transmitido por generaciones y que aún resuena en los rincones más antiguos de la ciudad.
Esta leyenda es contada por Doña Vicenta Cruz quien narra los últimos momentos de su esposo, Don Manuel Monsiváis, un "maistro" electricista cuya vida dio un giro inesperado un fatídico día de otoño.
La viuda platicó que Don Manuel, junto a su recién contratado ayudante, Anselmo García, había comenzado su jornada como cualquier otra y, mientras tomaban su café matutino en la casa, Doña Vicenta les preparaba algo de comida para llevar.
Aquel día, la ciudad amaneció con el estruendo de la caballería villista que irrumpió por el lecho del Río Chuvíscar, sorprendiendo a las tropas federales que se dispersaron aterrorizadas por las calles.
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El caos reinaba en las calles, mientras Don Manuel y Anselmo quedaron atrapados en medio del combate, buscaron refugio en la Catedral de Chihuahua, donde se agolpaban mujeres rezando, ancianos preocupados, y niños llorando.
Después de unos tensos minutos, la puerta de la Catedral se abrió y los refugiados comenzaron a salir lentamente, incluidos don Manuel y su ayudante.
A medida que avanzaban por las calles de Chihuahua, un soldado los interceptó, llevándolos ante un coronel que les dio una tarea peligrosa y macabra: transportar una pequeña caja de muerto, al parecer el ataúd de un niño.
Los dos hombres, junto con dos soldados, cargaron la pesada caja, repleta de monedas de oro, hacia la Plaza de Armas.
La marcha se interrumpió bruscamente cuando Anselmo, exhausto y asustado, cayó muerto en la esquina de Aldama e Independencia.
Don Manuel a pesar de ver caer a su ayudante muerto continuó con la labor que le encomendaron y entregó la caja al coronel, quien al abrirla, reveló el brillante contenido: monedas de 20 pesos de oro puro.
El coronel, en un acto de macabra generosidad, permitió a Don Manuel tomar un puño de oro, instándole a llevar otro para la joven viuda de Anselmo.
El “maistro” lleno de remordimiento corrió por las calles en busca del cuerpo de su ayudante, pero el sonido de una nueva avanzada villista lo obligó a huir.
Más tarde, regresó para recoger el cadáver de Anselmo y darle sepultura, pero el oro ya había marcado su destino.
La caja de las monedas de oro
Años después, el destino del oro se entrelazó nuevamente con la vida de otro grupo de trabajadores en la construcción del Hotel Del Real.
Durante la excavación de los cimientos, un albañil encontró una caja de madera deteriorada y al abrirla con un palazo, estaba repleta de alazanas de oro, por lo que se presume que se trataba de la misma caja que transportaron Don Manuel y Anselmo.
En ese entonces, el ingeniero que estaba a cargo del proyecto permitió a cada trabajador tomar un puño de oro, con la condición de que fuera un pacto de silencio entre ellos, asegurando que nadie revelara el hallazgo.
La historia es una recopilación contada por Doña Vicenta y otros testigos que hasta la fecha se ha convertido en una de las leyendas más enigmáticas de Chihuahua, un relato de muerte, fortuna y tesoros sin encontrar de la Revolución Mexicana y soldados de Pancho Villa.