En las calles de Ciudad Juárez, una leyenda urbana ha viajado de boca en boca entre los choferes de transporte público por décadas: “El último pasajero”.
Este peculiar pasajero es un hombre de apariencia impecable que sube al camión como cualquier otro, pero nunca se le ha visto descender.
Incluso, hasta hubo un tiempo en que los camioneros apostaban para ver quién lograba descifrar en qué punto desaparecía. Y, aunque era un reto no oficial, uno que, hasta el día de hoy, nadie ha ganado.
El hombre, según cuentan, no es un pasajero común, sino que sube al transporte con una amabilidad que contrasta con la prisa y el bullicio de los usuarios cotidianos.
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Saluda con un suave "buenas tardes" o "buenas noches", le cede el asiento a las mujeres y, si el conductor no escucha a alguien pedir la parada, él cortésmente, lo hace por ellos.
Sin embargo, este caballero jamás baja de la unidad de transporte o por lo menos, los conductores que lo han visto subir, no pueden recordar una sola vez en que lo hayan visto abandonar el autobús.
La leyenda comenzó a circular a finales de la década de los cuarenta, cuando en 1946, el Valle de Juárez recibió la llegada del transporte rural de pasajeros Líneas de Juárez.
Cuentan que a partir de esa temporada, el hombre, siempre vestido con sombrero, corbata y camisa blanca, empezó a aparecer en diferentes rutas de la ciudad.
Aunque su imagen era la misma en cada una de ellas: impecable, con el cabello bien peinado, los zapatos relucientes, siempre con un libro en la mano y con olor a perfume de lavanda.
Pero la incertidumbre sobre su destino fue lo que encendió las charlas entre los conductores, pues nadie lo veía bajar, no importa cuántos pasajeros hubieran subido o descendido en el transcurso del trayecto.
Las apuestas
Los primeros en notar este fenómeno fueron los choferes más antiguos, aquellos que ya llevaban años recorriendo las avenidas polvorientas de Ciudad Juárez.
Al principio, la historia parecía una coincidencia divertida: un hombre educado que simplemente subía y desaparecía sin dejar rastro, por lo que pronto se transformó en una leyenda urbana.
Los conductores comenzaron a apostar entre ellos, tratando de descubrir el punto exacto en el que este misterioso pasajero abandonaba el vehículo. Sin embargo, cada intento terminaba en fracaso.
Nadie, ni en los barrios del Centro ni en las periferias podía dar cuenta de la bajada de este hombre; en ninguna esquina, en ninguna calle ni en ningún destino.
Sin embargo, este mito persiste a lo largo de los años y la gente comenzó a especular sobre la identidad de este hombre.
Algunos decían que era un fantasma, un espíritu que, por alguna razón desconocida, estaba condenado a vagar eternamente en los autobuses de la ciudad.
Otros sugerían que simplemente era un anciano excéntrico que se divertía confundiendo a los choferes, pero los rumores fueron creciendo hasta convertirse en parte del imaginario colectivo local.
Dicen que un día, un conductor decidió seguirle la pista, luego de que el hombre subió al autobús como siempre: sombrero bien colocado, zapatos pulidos, un leve aroma a lavanda emanando de su persona.
El chofer condujo por toda la ruta, dejando a los pasajeros en sus paradas habituales, hasta que sólo quedaron él y el misterioso hombre en el vehículo, pero cuando el conductor llegó a la parada final, se giró hacia el asiento trasero, donde el pasajero solía sentarse y el hombre ya no estaba. No había bajado en ninguna parada, pero tampoco estaba en el autobús.
El mito de "El último pasajero" está documentado en el libro "Leyendas con Historia, Ciudad Juárez", escrito por el historiador Antonio Ramos Solís, quien cuenta que desde entonces, la leyenda sigue viva en las calles de Ciudad Juárez.
Los choferes más jóvenes la escuchan con incredulidad, pero para aquellos que han pasado varios años al volante, el hombre del sombrero y la camisa blanca sigue siendo un enigma sin resolver.
Algunos dicen que sigue subiendo, esperando su parada final, aunque nadie sabe dónde ni cuándo bajará.