Ciudad Juárez

LEYENDAS

Los Tatemados de Rosales: La macabra maldición de un cura que quemó gente viva

El Padre José María Carrasco fue acusado falsamente de asesinato; cuenta la leyenda que por ello condenó a un pueblo entero a las llamas del infierno.

Los Tatemados de Rosales.La maldición del Padre José María Carrasco.Créditos: Rocío Martínez
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La Maldición del Padre José María Carrasco o Los Tatemados de Rosales, es una leyenda viva, toda vez que los vestigios de tan trágicos sucesos narrados son parte de la identidad y fe de una población en crecimiento.

Los hechos ocurrieron hace más de 200 años, y hasta la fecha, el templo que fue testigo de todo se mantiene en operación, y algunas de sus ornamentas son incluso material resguardado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La historia es poco conocida, y sin embargo, existen documentos históricos que dan fe de la misma.

Además, la macabra anécdota ha sido acogida por los ciudadanos, al grado de que uno de los equipos de beisbol representativo de la localidad, se hace llamar Los tatemados de Camargo.

Aun con todo, esta también es la historia de un hombre que defendió a su familia, y luego fue violentado por ello con calumnias que lo hicieron perder aquello que poseía.

¿Cuál es la leyenda de La Maldición del Padre José María Carrasco?

Todo ocurrió en el año de 1808, en una comunidad chihuahuense, que en aquel entonces se llamaba Santa Cruz de Tapacolmes, ahora es mejor conocido como Rosales.

En la parroquia de aquel sitio trabajaba y vivía el párroco José María Carrasco, quien era muy querido por la feligresía.

Entre sus seres queridos se encontraba una joven, a la que quería mucho y era su ahijada.

El problema comenzó cuando al lugar llegó a vivir un hombre muy acaudalado llamado Antonio Ampudia, y su hijo, Tomás puso los ojos precisamente en aquella muchacha.

Sin embargo, el cortejo de éste no era sano, era más bien un acoso y asedio que terminó asustando a la ahijada del padre, por lo que decidió interceder y hablar con Tomás, para pedirle que dejara a su ahijada en paz.

Pero Tomás lo tomó de mala manera, junto con su padre, entregó una carta a las autoridades, acusándolo de conspirar contra la Corona Española, a fin de levantar en armas a la población.

En un principio nadie creyó lo que se decía; la acusación llegó a oídos del virrey Don José de Iturrigaray y Arióstegui, quien decidió mandar investigar a Don Francisco de la Serba, quien llegó a la parroquia del Padre José María Carrasco.

Así transcurrió la noche, a la mañana siguiente el sacerdote encontró a su huésped muerto.

Una vez ocurrido esto, Tomás y su padre difundieron el rumor de que fue el sacerdote quien asesinó a Don Francisco, envenenándolo, por lo que fue requerido por las autoridades como sospechoso.

El sacerdote, al ver que la mayoría de su feligresía creyó la mentira, antes de acudir a testificar y devastado, viendo incluso cómo el pueblo lo despedía en medio de groserías y desprecio, se tomó un momento para maldecirlo.

Gritando, maldijo al pueblo a la condena del fuego del infierno eterno y deseó que ni su suelo le acompañara más, mientras se quitaba las botas y las lanzaba a los presentes.

¿Quiénes son los Tatemados de Rosales?

Tiempo después, se demostró la inocencia del padre, sin embargo, él nunca regresó al pueblo.

Al llegar la cuaresma, un viernes 8 de abril de 1808, fray Antonio de Muñoz ofició misa.

El fray narró que la gente que acudía a la iglesia parecía cargar con la culpa de haber creído la falsa acusación al padre José María Carrasco; y en una homilía, que dejó aglomerado el templo, una vela encendida se dobló.

La vela cayó encima de una enramada decorativa, y aunque el sacristán intentó sofocar el fuego, le fue imposible y el incendio se avivó rápidamente.

Los feligreses entraron en pánico; las personas que estaban lejos de la puerta intentaron escapar de las llamas, provocando una estampida e impidiendo salir a las personas causando una tragedia en la que 62 personas perdieron la vida.

Fray Antonio de Muñoz sobrevivió, y relató lo vivido ese día, su memoria se conservó a través de Fray Antonio Gálvez, quien escribió todo en las “Crónicas de Fray Antonio de Gálvez” en 1827, como un testimonio de lo ocurrido.

La narrativa popular sostiene que la tragedia ocurrió debido a la maldición del padre José María Carrasco, y parte del misticismo de la historia se debe a que casi todo fue consumido por las llamas, a excepción de una Cruz de Tres Clavos que estaba sobre el altar y la cual es resguardada actualmente por el INAH.