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Crónica de un 'mojón' en el Metro: ¿qué mierd%!#… nos pasa?

En la noche, después de trabajar, ¿quién quisiera encontrar un 'popodrilo' en su asiento?

Un 'mojón' en el Metro sorprendió a los usuarios.Créditos: Especial
Escrito en CDMX el

Nadie vio quién no aguantó. Sólo de pronto, el olor comenzó a causar susurros, risas y el disparo de algunos flashes. Es la Línea 3 del Metro de la CDMX y un tremendo excremento reflejó nuestra realidad: a veces la vida es una mierd...

Estación Coyoacán en viernes a las 11:30 de la noche. El tren llevaba ya unos minutos detenidos cuando unas cinco personas decidieron bajarse. Inusual. Quizá no habían visto que era donde bajaban o venían de la fiesta. Nadie prestó atención. 

De pronto, una sección de tres lugares quedó vacía. El vagón venía con bastante gente para ser de noche y aun así nadie quería  sentarse. Entonces se movieron unos cuerpos y ahí estaba el oloroso protagonista: un excremento café a medio asiento.

¿De broma? El olor delataba veracidad. ¿De perro? A menos que se haya subido un Pastor Alemán invisible, eso era un desecho humano. El tren avanzó y los que subían querían sentarse, pero al ver la sorpresa, preferían la distancia.

En Centro Médico quedó vacío el asiento de la izquierda, en la sección vecina de lugares. Un señor con overol verde subió y vislumbró aquel monumento intestinal. Movió la cabeza 2 veces de izquierda a derecha y se sentó.

"Ya ni cómo reportarlo, todos queremos irnos a casa", me dijo mientras su mano derecha señalaba al mojón. Tenía razón. Los que abordaban se refugiaban en sus chamarras y se cubrían la nariz. Nadie intentó jalar la palanca o llamar a un policía. 

Llegamos a Hidalgo. Subió un señor de unos 50 años, vestido todo de azul marino, con lentes, celular en la mano y audífonos de cable. ¿Qué tan cansado estaba que a pesar de ver el excremento se sentó justo enfrente, en el asiento para discapacitados?

El hombre giró su cabeza a la derecha y se recargó sobre el tubo de metal donde los que van parados se sostienen. No habíamos llegado a Guerrero, la siguiente estación, y ya estaba dormido. Lo despertaban las frenadas, no el olor.

Sabrá Dios en qué trabajaba aquel señor que sucumbió ante Morfeo y no se espantó ante el señor excremento. Sabrá también lo que los otros ocupantes habían vivido: si los regañaron en el trabajo, si los esperaban con urgencia en casa, o si simplemente había sido un día de mierd...