Opinión

DIÁLOGOS EN LA CULTURA, CON VENUS REY

Filosofía, Eros y homosexualidad: la naturaleza del Amor

Anteriormente existían tres sexos: masculino, femenino y andrógino. El género masculino descendía del sol, el femenino de la tierra y el andrógino de la luna.

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En el diálogo El Banquete, explicando el significado de eros, Platón pone en boca de Aristófanes un mito: 

Anteriormente existían tres sexos: masculino, femenino y andrógino. Éste último participaba de lo masculino y de lo femenino. Cada persona era esférica, y con esto se quiere expresar que la persona era completa, era un todo, una totalidad que se bastaba a sí misma. Para los griegos la esfera es la figura geométrica perfecta, pues todos los puntos de su superficie son equidistantes del centro. Decir que la persona es esférica significa que es un todo que no necesita salir de sí. El género masculino descendía del sol, el femenino de la tierra y el andrógino de la luna. Esta totalidad autosuficiente hizo suponer a los hombres que podían conspirar contra los dioses. Zeus encontró una solución: los hombres seguirían existiendo –pues, si no, ¿quién rendiría honores y sacrificios a los dioses?–, pero de un modo más precario: cada ser sería dividido en dos mitades, de modo que cada mitad anhelara y deseara a su otra mitad. Los hombres y las mujeres se unirían para procrear; los individuos del mismo sexo se unirían para encontrar placer. 

Dice Aristófanes en un célebre pasaje del Simposio: «Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana.» Las dos mitades que proceden del primitivo género andrógino son ahora seres heterosexuales: la mitad femenina (mujer) anhela y desea a su mitad masculina (hombre), y viceversa. Las mitades que proceden del antiguo género masculino son homosexuales, y buscan su completud en otro hombre. De similar manera, las mitades que proceden de aquel extinto género femenino son dos mitades que son mujeres y que necesariamente buscan su completud en otra mujer. Puesto que en la cultura griega el hombre encarna el ideal de belleza y perfección, el amor más noble sería entre dos hombres, pues lo similar tiende a lo similar, y en este caso lo masculino, que es más bello y perfecto según ellos, naturalmente tiende a lo masculino.

Tomado literalmente, podría pensarse que este mito es una fruslería. Pero recordemos que el mito está expresando la naturaleza de eros: ese anhelo o deseo de fundirse con el otro y ser Uno: «llegar a ser uno solo de dos –dice Aristófanes–, juntándose y fundiéndose con el amado. Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y persecución de esta integridad.»

La utilización de la metáfora y del mito para explicar el eros (fusión con el amado, hacerse Uno en el sentido más profundo del término, una comunión no solo sexual sino también espiritual, ontológica, diría yo) es perfectamente válida. Muchos protestarán y objetarán el uso de este mito distrayéndose con el asunto de la homosexualidad. Pero este mito no pretende explicar ni está explicando la homosexualidad, sino la naturaleza de eros. ¿Quién podría negar que el amor erótico es ese anhelo o deseo de fundirse con el otro y ser Uno? Yo creo que nadie.