Opinión

A LA IZQUIERDA

Un esbozo sobre el dolor

¿Por qué en el periodo de mayor infelicidad, y con un gobierno reprobado en todas las áreas de su gobierno, el presidente mantiene una aprobación positiva?

Créditos: Cuartoscuro
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Según el sociólogo David Le Breton, el dolor impone una reorganización de la vida cotidiana y de la valoración interna de los individuos. Nunca —continua— es una sensación meramente orgánica, es ante todo una compleja experiencia de lo corporal y de la psique, que ordena nuestro mundo, en el sentido más íntimo y en el más público. El dolor puede definir la forma en la que habitamos nuestros espacios, en la que nos valoramos a nosotros mismos y en la que observamos a los demás, algo que fue bien explicado por Susan Sontag y sus reflexiones sobre el sentido que le damos a los enfermos y a las enfermedades a través de las metáforas. 

Pero así como el lugar que le damos al dolor puede decir bastante de los individuos y de nuestras sociedades, la forma en la que lo ignoramos también. El dolor adquiere un sentido moral a través del reconocimiento. El orden social en gran medida se constituye por la forma en la que se administran y se reconocen los dolores de la gente, cuáles de estos se alivian y cuáles de estos se ignoran, cuestión que afecta directamente a la dignidad de las personas. Así, por ejemplo, el hecho de que se garantice la seguridad social de los trabajadores formales y no de los informales, es la expresión material de reconocer que los dolores de los primeros son más importantes que los de los segundos. 

Una de las características esenciales del populismo es que surge para aliviar el dolor no reconocido de ciertos grupos sociales. Es un proceso en el que se nombra, se significa y se moviliza el dolor para transformar el orden social. ¿Pero qué ocurre cuando esto fracasa? Según el politólogo Gibrán Ramírez, en su estudio sobre Jorge Eliécer Gaitán en Colombia, el fracaso populista —en ese caso por el asesinato del líder— puede derivar en la violencia colectiva, pues se pierde toda esperanza de alivio del sufrimiento. Pero cuando el populismo fracasa en el poder —por omisión o por incapacidad— puede desmovilizar y resignificar negativamente el dolor: el sufrimiento ya no se condena y ya no se reconoce en el otro, se considera inevitable. Con ello se impone una reorganización de la vida cotidiana en donde el dolor se tiene que enfrentar y lidiar en soledad; y la valoración de que lo único que se puede hacer desde el poder es medio gestionarlo. 

Quizás eso explica por qué en el periodo de mayor infelicidad, y con un gobierno reprobado en todas las áreas de su gobierno, el presidente mantiene una aprobación positiva. El dolor, al menos, lo llevó hasta ahí.