La segunda semana de marzo de 2023, un fragmento de los nuevos libros de texto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) fue revelado y criticado por incorporar “dijistes” e “hicistes” para explicar los usos hablados del español.
Un debate sobre la inclusión de estas palabras se abrió de inmediato para condenar las consecuencias que habría por enseñar a estudiantes de Primaria en México que estas variantes del habla existen en el día a día.
Asociaciones como la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), y mexicanos que defienden un uso específico del lenguaje, acusaron al gobierno mexicano de “ideologizar” a las infancias y calificaron el uso del “dijistes” e “hicistes” como una forma de “enseñar a hablar mal” el español.
Sin embargo, el lingüista Adrián Chavez, quien también es creador de contenido en TikTok, señaló a Grupo Fórmula que quienes ocupan estas palabras no están realmente equivocados.
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"Nos referimos a esta clase de usos como de gente que no sabe usar el español, cuando en realidad están haciendo justo lo contrario, tan saben usar el español que repiten sus patrones de manera natural", explicó.
Utilizar “dijistes” o “hicistes” al hablar viene de un patrón lingüístico que tiene dos posibles orígenes. Por un lado, derivadas de versiones anteriores del español como "dijisteis" o "hicisteis" y, por el otro, el patrón común de la segunda persona del verbo que terminan con la letra s.
Los contenido criticados en los libros de texto acotan que se trata de un uso generalmente oral. Y sí. Una cosa es la gramática de las normas escritas y otra muy diferente, las variantes del habla que se utilizan de forma cotidiana. Por lo general la oralidad y la evolución del lenguaje se adelantan a las normas.
Un ejemplo de ello pueden ser las palabras "cantinflear" o "catafixia", las cuales entraron al diccionario por su uso constante por personajes como Xavier López "Chabelo" y Mario Moreno “Cantinflas”. El problema es que en México permea un prestigio lingüístico para quienes siguen la llamada lengua culta y normativa.
“Se le llama glotofobia o discriminación linguística”, explicó el lingüísta Jhonntan Rangel a Grupo Fórmula sobre los contenidos. “La escuela puede ser un lugar también donde puedes empezara desbaratar esas ideologías que llevan a la discriminación”.
Rangel y Chávez señalan una diferencia clara entre los usos "cultos e incultos" de la lengua. En el caso de "dijistes", aunque se trata de una anomalía, una excepción a la regla, termina por percibirse incorrecta y es utilizada para separar en clases a los hablantes del español.
¿Hablar bien o hablar mal? el estigma y clasismo
En julio de 2022, Juan Pablo, un niño otomí de Querétaro, fue quemado por sus compañeros de la telesecundaria "Josefa Vergara" en El Salitre. El motivo: “no hablar bien español”.
A sus 14 años, este menor sufrió quemaduras graves por su forma de hablar y ese es sólo un extremos de lo que la discriminación y el estigma hacia las variantes del habla produce en el país.
En México prácticamente 3 personas de cada 10 hombres son discriminados por su forma de hablar, según la Encuesta Nacional de Discriminación de 2017. Mientras que 2 de cada 10 mujeres viven con este mismo estigma.
La discriminación lingüística genera violencia y bullying dentro de las escuelas, limita a las personas que buscan un trabajo, genera problemas de salud mental e incluso, señala la encuesta, merma el acceso a servicios, créditos y la estancia en lugares públicos.
"Sí hay una suerte de clasismo que lo que hace es jerarquizar a las personas en diversas clases de hablantes que, convenientemente, coinciden con las clases sociales", explicó Adrián Chávez.
Rangel identifica tres factores que hace que el cambio en los libros de texto afecte con fuerza el debate sobre el “dijistes”: la ideología del purismo lingüístico, estigmatización de grupos sociales y la escuela como un lugar sacralizado de la norma.
De hecho, uno de los argumentos más utilizados entre los críticos del “dijistes” e “hicistes” ha sido que las infancias comenzarán a "hablar mal”. Sin embargo, la dicotomía del “bien y mal" hablar se diluye cuando considera que:
“En la lengua culta, lengua estándar, que sería decir dijiste en lugar de 'dijistes', eso de hecho es la excepción (a la regla), es la anomalía", explicó el creador de contenido
En segunda instancia. Las normas de todas las lenguas, en especial las de los Estados Nación, se estandarizaron a través de los grupos de dominantes a los que pertenecía el control del poder.
"La extensión de una variante ‘buena’ es la variante que habla el grupo social que se considera como la clase alta", profundizó Rangel. "Específicamente, si se quiere ver así, también de todas las otras normas. Por el caso contrario están normas de clases sociales bajas que no son (cosideradas) buenas. Ahí aparece un incidente de ideología que tiene que ver con el grupo social que habla la variante".
El derecho a decir "dijistes"
En pocas palabras, el estándar protegido por el purismo lingüístico es sólo la variante institucionalizada que consiguió pasar la gramática al habla como la norma general, mientras se estigmatizaron otros usos, entre ellos, el "dijistes"
La escuela formó parte de la instrumentalización. Para Rangel, “como un lugar sacralizado donde es un pecado educativo" usar la s al final de alguno verbos.
Mientras que Chávez califica como un acierto que la educación contemple otras variantes que inculquen empatía en la que "una persona que conjuga naturalmente 'dijiste', no asuma que la persona que dice 'dijistes' está mal".
Las consecuencias de discriminar a una persona por su forma de hablar son variadas y se insertan en un país permeado por ideas clasistas y racistas. Por eso, mientras no se entienda que la frecuencia de estos usos, los estudiantes escribirán “dijiste” en un cuaderno, pero escucharán un uso distinto en quienes usan su derecho legítimo al "dijistes".