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¿Quieres pelear con el diablo? En este cerro de la CDMX se aparece… y en realidad es un volcán

En este cerro, que en realidad es un volcán, suele aparecer el diablo para tentar a los visitantes.

Este es el volcán donde puedes pelear con el diablo.Créditos: Rocío Martínez
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La Ciudad de México está rodeada de historias y leyendas que explican desde su fundación hasta fenómenos sobre naturales que ocurren entre sus calles, una de ellas asegura que en este cerro de la capital puedes pelear con el diablo ¿a cambio de qué? Te contamos. 

Se trata del Cerro de la Estrella, en la alcaldía Iztapalapa, donde se localiza la Cueva del Diablo. De acuerdo con la leyenda, en este lugar suele aparecer un señor de edad avanzada que pide a los transeúntes ayuda para bajar a la cueva. 

Aunque el inicio todo parece tranquilo, al adentrarse en la cueva el señor se transforma en el mismísimo diablo y el interior se transforma para mostrar el destello de un tesoro que rebosa de piezas de plata y oro. Es aquí cuando toca pelear con el demonio, pues este atrapa a quienes -tentados por la avaricia- intentan llevarse el tesoro y se queda con su alma.

Pero si eres de los que no sucumben ante el dinero, será el propio Lucifer quien te escoltará a la salida para que sigas tu camino. ¿Te atreves?

¿Qué paso en la Cueva del Diablo?

Lo primero que debes saber es que el Cerro de la Estrella es en realidad un volcán extinguido y es relativamente viejo por su forma cónica originada por sus declives suaves y largos en todas direcciones, de acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología.

Su nombre original es Huixachtécatl y en la época prehispánica este era un importante centro ceremonial donde cada 52 años se celebraba la Ceremonia del Fuego Nuevo mexica en honor a Tonatiuh, el Dios Sol, y que daba paso a un nuevo ciclo. 

Para este ritual, nuestros antepasados debían apagar el fuego viejo, es decir, todas sus hogueras y renovar todas sus pertenencias para dar paso a un nuevo ciclo de vida. Sin embargo, para realizar este ritual era necesario de un sacrificio humano, ya que el corazón de este representaba el renacimiento de un nuevo ciclo vital.

“Para la realización de esta ceremonia era necesario un sacrificio humano, de cuyo pecho surgía el fuego nuevo; una vez que se entregaba el corazón como ofrenda a los dioses, se encendían cuatro atados de carrizo con 52 varas. Los cuatro sacerdotes, quienes representaban los puntos cardinales, bajaban el fuego del cerro y lo empezaba a repartir por los calmécac y los templos; después todas las gentes podían ir por la flama para encender las hogueras de sus casas y así es como se volvía a iluminar la Cuenca”, explica el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.

Con la llegada de los españoles, este ritual comenzó a ser asociado con el infierno por lo que se empezó a creer que era el diablo quien habitaba este cerro.