En avenidas, parques y en toda la Ciudad de México se empieza a ver que la primavera inicia cuando las calles se colorean de morado, la flor de la jacaranda y a pesar de que muchos piensan que este árbol es mexicano, se debe saber que quien lo trajo fue un jardinero japonés.
De acuerdo con el divulgador de la historia y la cultura en México, Enrique Ortiz señaló en su cuenta de Twitter cómo es que las jacarandas llegaron de Sudamérica para ser el árbol favorito de todos.
El japonés que trajo las Jacarandas a la ciudad
El jardinero japonés que se llamaba Tatsugoro Matsumoto llegó a México en 1897. Anteriormente vivió en Perú, donde conoció a un empresario y hacendado de nombre José Landero quien, al ver su trabajo con las plantas, invitó al nipón a ocuparse de su hacienda de San Juan Hueyapan, Hidalgo.
Cuando llegó al país, Matsumoto empezó a enamorar a las familias y a varias personas, ya que su pasión y creatividad con el diseño de jardines y arreglos florales hizo que lo contrataran para trabajar en varios jardines de la colonia Roma y Juárez, hasta Porfirio Díaz y su esposa Carmelita también se fijaron en él.
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Al llamar la atención de Porfirio, fue Matsumoto quien empezó a realizar diseños florales para la decoración del Castillo de Chapultepec y algunas veces para Palacio Nacional.
Con el dinero que empezó a ganar, Matsumoto compró su casa en la Roma donde creó su vivero con todo y árboles de jacarandas.
Tuvo buen acercamiento con varios personajes de la política, hasta que en el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) el político le dijo que quería plantar cerezos japoneses, imitando la Ciudad de Washington D.C. siendo esta una mala idea.
Los cerezos no son aptos para el clima de la Ciudad de México, pues con el clima caluroso y varios meses sin lluvia, Matsumoto recomendó cambiarlo por jacarandas por ser árboles de tierras tropicales.
Jacaranda proviene de 'yakara'na', origen tupí, lengua nativa de Brasil. Aunque es importante señalar que hay referencias anteriores a Matsumoto de estos árboles en México, “como en 1846 en el libro The British Florist de Henry G. Bohn”, comentó el divulgador.