En México hay una gran variedad de bebidas tradicionales que tienen una importante historia y por años se han convertido en las favoritas de los ciudadanos. Por supuesto que el atole y el champurrado son algunas de ellas.
Ambas son calientes e idóneas para las bajas temperaturas de esta temporada de invierno, y ni se diga cuando se habla de encontrar un buen acompañante para los tamales o el desayuno. Sin embargo, aunque su apariencia espesa puede confundirnos, la realidad es que son bebidas completamente diferentes.
Las diferencias entre el atole y el champurrado
Comencemos con el atole, que tiene sus orígenes de hace más de 10 mil años. Según la revista México Desconocido, esta bebida nació con la domesticación del maíz, y su nixtamalización, que es el proceso para que se convierta en masa. Se dice que a los españoles no les gustaba el “atolli” de los aztecas, que se preparaba al hervir la masa hasta que espesara con agua, miel y otros productos. Por eso, en algún punto comenzaron a agregar leche.
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Con el paso de los años la receta se ha ido modificando y se comenzó a preparar de diferentes maneras a base de maicena o harina de arroz. Incluso la industria de alimentos se “apropió” un poco de la bebida, y ahora vende prácticos sobres de diferentes sabores a los cuales solo se les pone un poco de leche y listo, ya está preparado un atole.
Sin embargo, hay quienes todavía lo hacen de la manera tradicional desde la comodidad de sus casas. Pero en un intento por hacerlos únicos, le agregan ingredientes inusuales como mazapán, limón, galleta, guayaba, fresa, limón y otros.
¿Cómo se hace el champurrado?
El champurrado también tiene una historia de hace miles de años. Se empleaba como parte de los rituales aztecas y al igual que el atole, tiene como base el maíz. Aunque, la diferencia es que esta bebida se elabora con chocolate, canela y piloncillo. Su textura tiende a ser más espesa, haciendo referencia a la masa con la que se hace.