Me escondía de cualquier cámara de video o televisoras, evitaba las preguntas incómodas y siempre me escabullía entre el tumulto de personas para evitar que alguien conocido me viera.
Siempre busqué pasar desapercibido. Sin embargo, fue la multitud la que me ayudó a superar ese miedo. Esa primera marcha en 2007 (CDMX) tuve el chance de ver quiénes eran las 'estrellas' para amenizar el desfile del Pride antes de llegar al Zócalo. Pero para lograrlo tuve que mentar para salir a marchar a la calle, para exigir justicia y visibilidad.
A medida que se acerca el día de la Marcha LGBT+, ingenuos, ingenuas e ingenues creen que nadie se va a enterar del magno evento... pero el arcoíris alcanza a 'iluminar' hasta los rincones más oscuros.
Mi amiga y yo planeamos todo: decir que íbamos a ir a jugar máquinas a la Cuauhtémoc y comeríamos en algún lugar chino.
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Al llegar el día, en una mochila guardamos lo que necesitábamos: chamarras y paraguas; cada quien pidió dinero (en esa época éramos estudiantes).
En el Ángel sacamos las gorras y paraguas pensando que nos serviría como un 'escudo' para evitar ser reconocidos por amistades, familiares y -sobre todo- conocidos de la escuela. Sin embargo, quizá esta barrera era un imán para las cámaras y periodistas.
En cada esquina alguien quería preguntarnos algo, había personas que jugueteaban con nuestro paraguas por más pretextos que pusiéramos.
Excusas, mentiras y engaños: así fue mi primera Marcha LGBT+. Pero con el paso de los años eso es algo del que uno no puede mantener dentro, es imposible no poder mostrar lo que uno siente; tampoco se debe vivir metido en un closet. Con el tiempo uno aprende a sacar cada color de ese arcoíris... hasta que decides dejarlo atrás.
Mi primer Marcha del Orgullo LGBT+: checa estos consejos
A quienes no han ido a la marcha, debo advertirles: NO PODRÁN DEJAR DE BAILAR.
Si les gusta la música electrónica, pop o hasta las cumbias, disfrutarán el gran recorrido del arcoíris al que uno se une sobre Reforma, como Dorothy sigue aquellas baldosas amarillas para ir a ver al Mago de Oz.
No lo niego, hay gente que va en ropa diminuta; incluso algunos deciden quitarse las prendas que llevan encima y marchar así por las calles. Unos dicen que es exhibicionismo; la realidad es una manifestación a la expresión y a visibilizar en alto al ser quienes somos sin algún impedimento. Es libertad.
En marchas anteriores ha sido usual que la Marcha del Orgullo LGBT+ culmine con un concierto en el zócalo; sin embargo, ahora se tiene previsto revivir los primeros años de la marcha y protestar.
No habrá concierto, pero sí gritos, marchas y voces repitiendo una y otra vez: ¡exigimos vivir dignamente!
Recuerdo que en mi primera Marcha LGBT+ mi amiga y yo regresamos a casa sin palabras; por suerte sabríamos que ese se había convertido en un paso más para comprender, en un futuro, que no hay que tenerle miedo al clóset. Por suerte, 10 años después, pude asistir a marchas en París y Londres para vivir esa experiencia y en cualquiera uno se divierte.