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CRÓNICA

Origen de los apodos: ¿de dónde 'nacieron' y por qué no es bueno ponerlos?

Durante años obtuve una gran cantidad de supuestos apodos por mi manera de ser, pero ¿eso es correcto?

Algunos apodos se consideran gracioso, pero en muchas ocasiones llegan a ser despectivos y más hacia la comunidad LGBT+.Créditos: Freepik
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No importa si son amigos, enemigos, familia o pareja. Hay muchas personas que le ponen apodos a todo el mundo; desde los clásicos con los que los niños señalan a sus amigos hasta los que colocan en su hogar y lugares aledaños, pues así crean un círculo social.

Aunque algunas veces, estos apodos pueden llegar a ser usados con una mala intención, porque son referentes a las, supuestas, actitudes y características que tienen las personas y ante todo su comportamiento y llegan a ser despectivos.

Durante mi infancia y adolescencia recibí insultos por los machos del salón. Mi actitud seria, tímida y encerrado en libros y anime incitaba a los hombres del salón a decirme palabras como “marica”, “joto”, “puñetas” y un sinfín de descripciones que hoy lo llaman Bullying.

Yo no hacía caso. Desde pequeño entendí que ese tipo de insultos los tenía que “normalizar”, pues pensé que nada más los recibiría por parte de mis compañeros de la escuela, pero no fue así.

El normalizar este tipo de actos hace cuestionar no nada más cómo educan los padres a los hijos, sino también qué tan grave es el machismo en hogares, donde la mayoría de las veces las madres también viven eso.

Esto no es de ahora, los sobrenombres vienen desde el español virreinal, con una gran multitud de apodos cuya relación era el origen del individuo.

Se usaban para hacer referencia al pueblo de donde vivían, oficio, características físicas “y a la postre se constituyeron en hipocorísticos, que son acortamientos del nombre propio que identifican a una persona como Nacho, Lencha o Pancho”, explicó Concepción Company, investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIF).

Los apodos no tienen fecha de inicio, pero datan desde que la lengua española es tal.

“En latín había apodos, no hay lengua que no tenga esa necesidad expresiva, nació con la lengua humana. Seguramente comenzaron con acortamientos expresivos, apreciativos o despreciativos para identificar al otro”, menciona la investigadora.

Con el paso de los años los apodos se volvieron parte fundamental de la vida misma y con ello se envolvió en la cotidianeidad, el acoso y abuso de muchas personas, que hoy en día es difícil saber si son buenos o malos.