Curiosidades

CRÓNICA

La noche que el callejón del aguacate me dio un susto...que dio gusto

Quienes viven ahí, escuchan gritos y sonidos raros pero ¿hay fantasmas?

Se dice que en este callejón asustan, pero ahora se ha vuelto más un lugar de encuentro para la comunidad LGBT+ por lo oscuro.Créditos: Google Maps
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Rumbo a casa, la noche se apagaba. El cielo iluminaba con las últimas gotas del sol y éstas se difuminan con la oscuridad y así proporcionan auroras boreales del atardecer.

No tengo control sobre mis pasos, el piso empedrado guía mi camino y el frío empieza a inundar las calles de Coyoacán.

Entre mi sombra y las luces, de los faroles, me acompañan para salir de ese místico lugar. Donde los mitos se reforzaron y las paredes de cada casa los convirtieron en leyendas.

En una calle me equivoqué y decidí no hacerle caso a mi instinto. Perdí el rumbo y de un momento a otro aparecí en una pintura de Remedios Varo. Las calles pasaban a ser grandes, aunque en el fondo se ven estrechas. Uno puede sentir como se empieza a encoger el lugar y a partir de ahí da inicio a la claustrofobia.

Hay luces en las ventanas, la pequeña calle laberíntica me marca el camino y no me puedo detener. Ya bajó la noche y yo entré a una sin salida.

Al dejar atrás todo lo visto logré notar al fondo una pared que uno puede reconocer a simple vista. Había llegado al callejón del aguacate.

Las historias de terror se apoderaron de mi mente y las imagino gracias a la ansiedad que me embriaga y hace que camine dudoso, como si en realidad estuviera borracho, pero no es así.

Se dice que un militar fue quien se suicidó en estas calles y a veces uno puede ver de reojo cómo cuelga sobre el gran árbol que se posa en esa esquina. Otros dicen que ese mismo personaje mató a un niño y es el chiquillo que asusta a quien pase por esa calle.

Todas esas historias que uno encuentra por casualidad hacen que sobresalte por el fantasma que casi choca conmigo. El hombre tiene un uniforme de seguridad, pero no está completo. Sus ojos se confunden con la noche y yo nada más pude decir lo siento.

En esa esquina hay un altar y es ahí donde casi choco con él. No dijo nada, me observó de pies a cabeza. Ante esta intuición pensé que ya me iba a quitar todo lo que tengo, pero al ver que avanzó por el callejón me quedé tranquilo.

Avancé un poco y reté al universo para presenciar algo sobrenatural, pero no sucedió. Luego de unos minutos avancé y ahí escuché pasos retumbando por el callejón y me percaté de que el hombre con que iba a chocar regresó.

El hombre de seguridad fue hacia una parte donde hay una casa y frente a ella un árbol. El callejón es muy pequeño, pero esa noche se podía ocultar bien una persona con la oscuridad que se hace.

En ese espacio oscuro se colocó, me vio y yo, nervioso, avancé. Los dos estábamos frente a frente, del miedo llegó el pecado y después se asomó la lujuria.

El hombre de seguridad puso su mano en el cierre de mi pantalón. Yo, nada más pensaba en que un fantasma o un mortal podría vernos, pero ante esa situación, el hombre solo se arrodilló y ahí pedí que rezara para que nadie nos encontrara.