No todo es Mafalda. En vida, Quino ahondó la infancia, oficinistas, guerras, psicólogos... El mundo.
En las viñetas del argentino se disfruta las conversaciones de sus personajes, pero a la vez se percibe la propia experiencia de un hombre que sabía interpretar las distintas expresiones de las personas y las transformaba en grandes aprendizajes en vida.
Ahora con el libro “De Senectvte” (Lumen) da una visión a lo que muchos le temen. A esa discrepancia a la que rehúyen, pero que muy pronto se llegará y es a la vejez.
De Senectvte
Quino logró lo que muchos no y eso fue expresarse sin palabras, sin diálogos. Con una simple viñeta cualquiera se adentra al pensamiento y en este caso desarrolla un dialecto ante la vejez.
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Esas personas que se encuentran en el “otoño de la vida” o en la “primavera de su muerte” logra que uno piense en su futuro y en las personas que todavía se encuentran con nosotros y que trascienden a ello.
Un golpe a la realidad, del cual unos creen que no van a llegar a esa edad, que no se van a parecer a todos aquellos que ven en películas o en la calle, pero que desgraciadamente todos estarán en esa misma línea.
Su humor no tiene caducidad. En cada una de sus viñetas uno encuentra a esa madre que tiene visitas de sus hijos; al caballero que, de forma recurrente, visita a su barbero y de un momento a otro deja de ir; cómo los mismos viejos cuidan a ajenos; entre otros.
Pero una de esas viñetas que puede pegar a uno, es en aquella donde se le ve a una persona en el hospital, de edad avanzada y jugando cartas con la propia muerte.
En cada una de sus viñetas, su objetivo es claro: hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y eso lo logra con el simple hecho de dibujar la vida cotidiana y como dijo el Acta del jurado del Premio Príncipe de Asturias:
“Los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de sus pensamientos”.
Leer, ver y hablar de Quino siempre es una buena idea y más con “De Senectvte” donde uno podrá darse cuenta de esa “quinoterapia”, de la que hablaba Gabriel García Márquez. Esa felicidad hecha libro.