Para mí una gran distinción el poder compartir este espacio y presentar, junto con la Maestra Celia Sofía de Jesús Ruiz Olvera, y la Magistrada Presidenta del Tribunal Electoral de Tabasco, esta obra que sin lugar a dudas, más allá de la semántica, gramática, ortografía y etimología, nos aporta elementos valiosos para el análisis crítico del lenguaje que se ha ido asumiendo en torno a la Violencia Política de Género.
Como sabemos, el lenguaje es una construcción social, es decir, un producto de los acuerdos y de la interacción social al nombrar las cosas, las actividades, las emociones, los sentimientos; y en general todas aquellas actividades que forman parte de la vida social y del intercambio comunicativo.
No obstante, a pesar de que el lenguaje es un acuerdo social, su uso no está exento de conflictos ya que pueden existir múltiples significados asociados a un mismo significante, de ahí la importancia de contar con obras como la que se presenta que nos permitan conocer, sistematizar y enriquecer nuestro propio vocabulario respecto a conceptos y temas específicos, en este caso los relativos a la Violencia Política de Género.
El lenguaje, además de cumplir una función en la comunicación, es también un reflejo de cómo una sociedad ve e interpreta su realidad a partir de pactos compartidos entre determinados grupos de hablantes.
El lenguaje, al ser un reflejo de cómo nombramos y describimos nuestro entorno, también cambia conforme a las transformaciones que van sucediendo en los distintos ámbitos, en la tecnología, la producción y los nuevos conocimientos que adquiere la sociedad.
Una fuente importante del cambio en el lenguaje son las transformaciones en las relaciones entre mujeres y hombres, las cuales no solo están modificando los estereotipos y roles tradicionalmente asignados, sino que también exigen hacer visibles a las mujeres y eliminar toda expresión que denote odio, desprecio y subordinación de lo femenino.
La mujer actual
En el último siglo las mujeres han luchado por su derecho a acceder a la educación, a votar, a la propiedad de la tierra, a un trabajo y un salario propio y digno, etcétera.
Parece algo insignificante, pero las mujeres tuvieron que luchar hasta por su derecho a vestir pantalones. Esto por supuesto ha tenido repercusiones en el lenguaje. Durante la Revolución mexicana cuando múltiples mujeres lucían pantalón, botas y carrillera, surgió la expresión “llevar los pantalones bien puestos”, debido a que lo calificaban como un signo de tener el poder.