Seré uno de los sobrevivientes de los Ándres.
Florestán.
El presidente López Obrador termina su gobierno con el último minuto del lunes y Claudia Sheinbaum inicia el suyo con el primero del martes en medio de una gran expectativa encontrada, producto de la labor de polarización del saliente: su feligresía para que siga la línea desde una finca en Palenque y los de enfrente para que no sea una calca, de lo que ya ella se encargara.
Sheinbaum recibe un país en peores condiciones de las que él heredó en diciembre de 2018, sobre todo, en lo financiero, con una serie de compromisos a los que la ha obligado en esta transición, sin la posibilidad de culpar al pasado reciente y con su presencia inevitable.
Parte de las limitaciones está en los incumplimientos de gobierno aunque él diga que son solo dos de los cien que comprometió: Ayotzinapa y la descentralización del gabinete.
Pero hay más, muchos más: reiteró que tendríamos el mejor sistema de salud del mundo con clínicas equipadas, médicos especialistas y medicinas gratis y nada: aumentó de 20 a 50 millones de mexicanos sin acceso a los servicios de salud, creó y desmanteló el Insabi e hizo la farmaciota que atiende nueve recetas al día.
En seguridad comprometió en el PND que reduciría a la mitad los homicidios y llegará a 200 mil, el sexenio más sangriento, cuando su antecesor sumó 156 mil.
Aseguró que respetaría las decisiones del Poder Judicial y estableció un conflicto permanente con la Suprema Corte hasta llegar a la reforma constitucional que la subordina al Ejecutivo, que ya tiene el control del Legislativo.
Dijo que no recurriría al endeudamiento y en 2024 subió la deuda a 6.6 billones de pesos, lo nunca visto; que creceríamos al seis por ciento en su sexenio y está por el uno por ciento, el peor desde 1988.
Que el Tren Maya costaría 150 mil millones de pesos y funcionando en este septiembre, cuando ha costado más del triple y sin terminar; que Dos Bocas sería de ocho mil millones de dólares y fue más del doble, y refinando desde 2022, 200 mil barriles diarios y no supera los 50 mil; el fracaso financiero y de producción de Pemex; que haría la terminal tres del AICM, y nada; que la Guardia Nacional sería de mando civil y ya lo cambió a militar, ya para no hablar del AIFA, del Gas Bienestar, del wifi para todos, de Mexicana de Aviación herencia que, toda, será para Claudia a partir del primer minuto de martes cuando en el patio de Honor de Palacio Nacional él, claro, siempre él, encabezará su última ceremonia para pasarle la presidencia a su sucesora, que protestará el cargo el martes en el Congreso.
En fin, que el legado tiene más pasivos que activos lo que impedirá un despegue suave y funcional.
Por lo menos en el primer año cuando la nueva presidenta marque territorio y proyectos.
Nos vemos el martes, ya con presidenta de la República, pero en privado.