El presidente Andrés Manuel López Obrador presenció ayer, por última vez como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, el desfile militar del 16 de septiembre. La noche anterior, dio su último Grito, en el que, fiel a su estilo, pronunció 22 vivas y 4 mueras. Entre las vivas, a la Independencia, los héroes patrios, la democracia, nuestra soberanía, la fraternidad universal, el amor, los trabajadores mexicanos que son de los mejores del mundo, la grandeza cultural de México, la Cuarta Transformación y, por supuesto, México (tres veces). Las mueras fueron contra la corrupción, la avaricia, la discriminación y el racismo, a pesar de que su gobierno no logró erradicar ninguno de estos males. Antes del Grito, firmó el decreto de la reforma judicial, en presencia de la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
Desde los primeros días de su carrera política, López Obrador ha sido un imán para la polémica. De noviembre de 1991 a enero de 1992 encabezó su famoso Éxodo por la Democracia, una marcha que denunció fraude electoral en Tabasco, que culminó con 40,000 seguidores en el Zócalo del a CDMX. Así inició su trayectoria, con la convicción de que cualquier resultado electoral desfavorable es, por definición, fraudulento. Esta tendencia no cambió mucho. En 2006, cerró el Paseo de la Reforma de la CDMX tras su derrota en las elecciones presidenciales, proclamando un fraude que nunca pudo demostrar y que hasta hoy insiste en que se cometió.
A días de terminar su mandato, es hora de hacer un balance. Sin duda, en la lucha contra la pobreza, AMLO tiene algo que mostrar. El salario mínimo subió de 88 pesos en 2018 a 248.93 en 2024, un aumento significativo del 182.9%. Esto ayudó a reducir la pobreza laboral del 39.8% al 35.8%, beneficiando a 5 millones de personas. Además, sus programas sociales lograron evitar que 4 millones cayeran en la pobreza. Sin embargo, el costo de estas políticas ha sido altísimo para la economía.
El crecimiento del PIB ha sido un desastre, el más bajo desde los años 80. Sus promesas de austeridad resultaron vacías, ya que el déficit fiscal alcanzó niveles récord.
En salud, los resultados, sin considerar el desastre que causó la mala gestión de la pandemia de COVID-19, son aún más sombríos. La población sin acceso a servicios de salud aumentó del 16.2% al 39.1%, y las instituciones que AMLO creó, como el INSABI y el IMSS-Bienestar, no lograron cumplir las expectativas y el sistema de salud no es mejor que el de Dinamarca.
En seguridad, la creación de la Guardia Nacional fue insuficiente para reducir la violencia y el crimen organizado controla vastas regiones del país.
En infraestructura, el AIFA, el Tren Maya y Dos Bocas son criticados tanto por su viabilidad económica como por su impacto ambiental. El gobierno gastó miles de millones de dólares en ellos y quizás nunca generen los beneficios prometidos.
Finalmente, su lucha contra la corrupción no logró mucho, la ignoró cuando se trató de sus aliados cercanos y México sigue siendo uno de los países más corruptos del mundo.
En conclusión, AMLO deja avances en la reducción de la pobreza pero fracasos en áreas clave como la economía, salud y seguridad. Su presidencia termina con un país menos pobre, más polarizado y enfrentando graves problemas.
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