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París 2024, la realidad del deporte mexicano

Ana Gabriela Guevara puede esperar al cambio de gobierno para terminar su dirección en la CONADE con más pena que gloria, o dar un paso al costado antes de término.

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Terminaron los Juego Olímpicos 2024, serán inolvidables; la capital de Francia se vistió de deporte, casi literalmente. Los sitios que cada año atraen millones de turistas fueron intervenidos por el olimpismo, mostrando una convivencia entre el arte y el deporte que solo París podía ofrecer. Con más de 50 récords batidos, las distintas disciplinas congregaron a los mejores deportistas para mostrar durante 15 días la más alta competencia. Llegar a unos Juegos Olímpicos es un avance notorio en la trayectoria de los deportistas, un logro, un sueño que se mantuvo desde el inicio de cada historia, una vez cumplido, la realidad de cada proceso adecuado y la acertada toma de decisiones refleja al deporte de cada país, evidenciando a sus instituciones deportivas. La atención con la que es tratado en, por lo menos, los cinco países con más medallas de oro en esta edición, marca una gran diferencia con el resto de países competidores que las circunstancias no colocan al desarrollo deportivo como una de las prioridades; incluso dentro de esa élite, la diferencia del primer y segundo lugar, empatados en preseas doradas, sobre los tres países siguiente es del doble de primeros lugares.

El deporte de México no sumó medallas de oro por tercer ciclo olímpico consecutivo; en general, la cosecha resultó por debajo de las expectativas, pero acorde a una realidad en la que pasa por un período muy complicado, en el que la institucionalidad ha sido rebasada por las formas antagónicas entre la comisionada del deporte, las federaciones y los propios deportistas, que resultan en actuaciones por debajo de lo esperado desde hace dos ciclos. La historia no es generosa en el medallero; México 68 son los Juegos Olímpicos con mayor número de medallas para nuestros deportistas, grandes sorpresas en la alberca, un boxeo consistente y los confiables clavados ayudaron a sumar 9 preseas, contando tres doradas; a partir de entonces el deporte mexicano ha traído medallas a cuenta gotas, a veces una sola, hasta un máximo de seis. Excepto en 2012 que se consiguieron 8, el segundo mejor número desde 1968.

México es, entonces, uno de los países en los que no da la importancia al deporte como recurso para integrar a la sociedad; el deportista mexicano debe preocuparse, y ocuparse, por situaciones que le distraen del objetivo de destacar. Siempre buscando cómo financiar su próximo campamento, competencia o mundial, porque su federación no tiene una buena relación con el organismo centra y no le fueron asignados recursos suficientes. Una medallista al frente de la dirección de CONADE podía parecer una decisión correcta para el proceso deportivo en nuestro país, sorprende la inequidad con la que son atendidas distintas federaciones deportivas y desconcierta la poca empatía que hay por los propios deportistas; han sido dos Juegos Olímpicos en los que se los resultados además de similares en número de medallas, también los son en el ambiente poco propicio para lograr una competencia fructífera. El común denominador de los cortos resultados en este periodo está en la cima de la organización deportiva mexicana; la limitada generación de buenos resultados es consecuencia de las posturas personales que se imponen al bien común.

Cuartoscuro

El deporte en México apunta hacia una dirección inadecuada, en donde el poder inspirador de los deportistas ha disminuido con los pocos triunfos obtenidos con el máximo esfuerzo del equipo íntimo que rodea a los atletas y la poca, o nula, correspondencia de las instituciones deportivas y su dirigencia. Es tiempo de que se asuma la responsabilidad de los pobres resultados de París 2024, y Tokio 2021, desde el nivel que corresponde; Ana Gabriela Guevara puede esperar al cambio de gobierno para terminar su dirección en la CONADE con más pena que gloria, o dar un paso al costado antes de término, con los mismos reclamos, pero en un acto con mayor coherencia ante lo sucedido en el verano. Es evidente la necesidad de cambiar el rumbo y de encontrar el camino en el que el deporte es un facilitador de un mejor futuro. Inicia un nuevo ciclo olímpico en el que será necesario reconstruir las relaciones entre las distintas instituciones deportivas; al mismo tiempo, una buena gestión de los atletas; que haya un seguimiento adecuado y desarrollo de disciplinas deportivas distintas a las acostumbradas para tener una mejor representación dentro de cuatro años.