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Construir país desde la crítica y la oposición

La opción nunca debió ser sólo contener al oficialismo, el fracaso de los que se aferraron a eso es más que evidente.

Créditos: Cuartoscuro
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En muchas columnas de opinión se ha dicho hasta el cansancio que el resultado de la elección del 2 de junio se debió al apoyo mayoritario de la ciudadanía al oficialismo. Sin embargo, no se ha hecho suficiente hincapié en que también fue producto de un profundo rechazo a la oposición, particularmente al grupo político del PRI, PAN, PRD y de lo que quedaba del régimen de la transición.

El rechazo no fue solo a las desgastadas marcas electorales, pensarlo así es demasiado simplista; tampoco fue únicamente culpa de Alejandro, “Alito” Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, ellos solamente han administrado, de mala forma, las instituciones políticas que no han hecho nada por reformarse. Se trató, más bien, del rechazo a todo un sistema de ideas y a su narrativa, así como a las prácticas y estrategias políticas que derivaron de ellas.

Durante todo el sexenio, este grupo político no actuó como oposición (es decir, como una fuerza que pretendiera construir alternativas políticas, intelectuales y morales distintas a las del pasado y a las del poder), sino como un bloque de resistencia, de contención que, en los hechos, ni resistió ni contuvo nada.

Su sistema de ideas se basó en dos principios; difundir y defender los legados de la transición a la democracia e instalar la narrativa de la polarización. El primero derivó en una defensa de la abstracción (la democracia, la representación, el Poder Judicial), y el segundo en parálisis política;  desde el inicio de este sexenio hasta el día de las elecciones sostuvieron que sólo había dos opciones y que ellos eran la mejor y la más competitiva. Finalmente terminaron avasallados por el oficialismo y rebasados (al menos PRI y PRD) por Movimiento Ciudadano que emergió como una nueva opción.

De este anquilosado sistema de ideas surgió la equivocada estrategia de enfrentar todas las reformas que impulsó el presidente desde el rechazo, insisto, en abstracto. En las reformas claves (la electoral, la judicial y la de la Guardia Nacional) fueron incapaces de posicionarse con alternativas, con críticas puntuales y con soluciones complementarias. Decidieron que, dada la correlación de fuerzas, lo mejor era resistir hasta que esta cambiara. El problema fue que cambió, pero en su contra, y ahora no saben qué más hacer. La ciudadanía votó para que, precisamente, se esfumara esa resistencia.

Hace dos años escribí que cualquier fuerza opositora debe tener vocación transformadora, hoy lo sigo sosteniendo. La correlación de fuerzas no favorecía a las oposiciones antes y menos las favorece hoy. Pero eso no es motivo para no construir país, para no impulsar cambios, para seguir inmóviles pensando que sólo se trata de contraponerse a lo que diga el presidente, o la presidenta, y que los problemas de México se solucionarán con eso.

Las oposiciones tienen que aceptar el mandato de las urnas y reconocer con responsabilidad los cambios que vienen con él. Deben enfrentar las reformas reconociendo que, si bien la correlación de fuerzas no les favorece, deben intentar influir en ellas, señalar alternativas, rescatar las cosas buenas que tengan, advertir de sus riesgos. Con ello, quizás, se pueda modificar para bien aspectos importantes de ellas; y si no, se le podrá decir a la ciudadanía que se propusieron con seriedad alternativas, otros proyectos que pudieron mejorar mucho más su situación y que se luchará en un futuro para impulsarlas.

La opción nunca debió ser sólo contener al oficialismo, el fracaso de los que se aferraron a eso es más que evidente. La urgencia de nuestro presente es construir país desde la oposición y la crítica. Es momento de que surjan nuevas ideas, nuevos liderazgos, nuevos proyectos; también es momento de que algunos se hagan a un lado de una vez por todas.