Se criticó mucho a Xóchitl Gálvez después del primer debate presidencial, pero poco se mencionó a los consultores, estrategas, empresarios y políticos que impulsaron su candidatura a la presidencia y que le han impuesto la narrativa de la misma.
Los que dirigen la campaña de Gálvez se han equivocado al construir una campaña anacrónica, planeada como si estuviéramos comenzando el siglo XXI y no en la segunda década del mismo.
En primer lugar, han querido mostrar a Gálvez como una “candidata ciudadana”, como si siguieran vigentes este tipo de candidaturas y no viéramos que personajes como Pedro Kumamoto se han unido a los partidos tradicionales para ser competitivos, que las candidaturas independientes son mínimas en el proceso electoral y que todas aquellas que trataron de participar en la elección presidencial fracasaron. Nuestro sistema político se está reagrupando en tres bloques políticos con marcas electorales estables, que dejan poco espacio para supuestas candidaturas independientes a dichos bloques.
Además no aprendieron nada de las experiencias pasadas. En 2018, ni Jaime Rodríguez Calderón ni Margarita Zavala lograron crecer bajo la narrativa de la independencia ciudadana. Lo mismo ocurrió en 2012, en la elección de la Ciudad de México, cuando la candidatura de la “apartidista” Isabel Miranda de Wallace por el PAN tampoco tuvo buenos resultados. Si durante el auge de las candidaturas ciudadanas no fue exitosa esta estrategia, ¿por qué lo sería ahora que parecen estar en vías de extinción?
Por otra parte, para enfrentar los problemas del país reciclan propuestas que han presentado una y otra vez. En educación, por ejemplo, hicieron de cuenta que no ocurrió una pandemia y que los niños y las niñas no tienen graves problemas de rezago educativo; y se concentraron en sólo proponer más tecnología en las escuelas y regalar tabletas ¡Lo mismo que propuso Ricardo Anaya en 2018 y que impulsó Enrique Peña Nieto durante su gobierno!
En vez de generar propuestas con una visión futuro, se han dedicado a prometer que van a restaurar el pasado. Sus propuestas son restituir el Seguro Popular, impulsar organismos autónomos, militarizar aún más el país o repartir más tarjetas rosas. ¿Acaso no ha cambiado ni un poquito el país como para imaginar otras cosas?
Después del debate, muchos analistas, comentaristas e intelectuales afines a Gálvez salieron a lamentarse por su mala actuación, y para entenderla o justificarla se centraron en la participación de Jorge Álvarez Máynez, en el formato de debate, en los moderadores, las malas capacidades de su candidata, etcétera. Pero fueron incapaces de ver que también son culpables de no construir ninguna alternativa viable en seis años y que siguen atrapados en el inicio de siglo. La culpa no es sólo de Gálvez, sino de todo un conjunto de actores políticos y empresariales que se niegan a renovarse.