En la elección presidencial se han dado tres golpes mediáticos sobre hijos de políticos y políticas. En Latinus, Carlos Loret de Mola reveló supuestos audios de primos y amigos de los hijos de López Obrador, en donde hablan de actos de corrupción realizados en la construcción del Tren Maya, coordinados por Gonzalo, “Bobby” López Beltrán.
En El Universal se criticó al candidato a la presidencia de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, por preferir pasar los fines de semana jugando al futbol con su hijo y paseando con su familia en el parque, en vez de realizar actividades políticas, “cuando son buenos días para que los aspirantes hagan campaña en plazas públicas”.
Por último, el día de ayer se difundió un video del hijo de Xóchitl Gálvez, Juan Pablo Sánchez Gálvez, en estado de ebriedad, insultando y empujando a los trabajadores de un antro. Juan Pablo se desempeñaba como coordinador de jóvenes en la campaña de su madre, y por el video terminó renunciando a su puesto.
Las noticias son muy distintas entre sí, y es claro cuál es más relevante, pero ante la ruidosa conversación que nos gobierna es indispensable señalar qué caracteriza a cada una de ellas.
El primer caso se trata de una pieza periodística que presenta audios y contratos de cómo un hijo del presidente utiliza su influencia para generar altas ganancias para sus primos y un amigo cercano, de las cuales también se beneficiará. El tema es relevante porque se estarían utilizando recursos públicos para beneficiar a familiares y amigos del presidente para enriquecerse.
Pero como quien coordinó la investigación es uno de los enemigos preferidos del obradorismo, la información es negada sistemáticamente sin abrir ninguna investigación, y se critica que los periodistas de Latinus se metan con los hijos del presidente.
El segundo caso es una extraña crítica al comportamiento de un candidato presidencial. Comúnmente, pasar tiempo con los hijos es algo que se considera positivo, e incluso los consultores suelen proponerlo en campaña (recuerden, por ejemplo, a AMLO pegando estampitas del álbum Panini con su hijo).
Sin embargo, en esta ocasión, a un medio le pareció criticable pasar el sábado con un hijo pequeño y que eso es evidencia de que el candidato es un político poco trabajador. En realidad, el tiempo que le dedique Máynez a su familia no debería ser motivo de discusión, y el hijo no tiene ninguna culpa (por el contrario, qué bueno) que su papá se haga un espacio entre sus actividades para pasar tiempo con él. ¿Por qué tendríamos que estar conversando al respecto?
En el último caso, el video se difundió mañosamente. El corto es de hace un año, cuando Juan Pablo tenía problemas con el alcohol, los cuales ya había expuesto Xóchitl Gálvez. El origen del video es importante porque se hizo pasar al error como algo que había cometido en plena campaña. El punto lo explica con claridad la periodista de izquierda —a quien nadie puede acusar de panista— Adriana Buentuello:
“Publicar un video y poner “circula en redes sociales”, sin un contexto e información específica no es periodismo; revivir un video y buscar hacerlo pasar por reciente si ya fue aclarado en su momento, también es guerra sucia”.
Las cuentas obradoristas son las que más se han beneficiado del video y lo han utilizado para describir que la candidatura de Xóchitl es clasista (¿realmente se necesitaba exponer al joven de esa forma para validar ese punto?), e incluso lo han atacado por su pasada dependencia al alcohol. Lo ha hecho el mismo obradorismo que en otros contextos se queja de la guerra sucia; del exceso de meterse con los hijos de políticos; de la falta de ideas, etcétera.
Así pues, tenemos al hijo del presidente que podría haber participado en un acto de corrupción; al hijo de un candidato a la presidencia que juega con su papá los fines de semana, y al hijo de una candidata que cometió un desfiguro hace un año y que ya se disculpó más de una vez.
Adivine usted qué es lo que más indigna a nuestra conversación pública.