Cada que la Selección Nacional se enfrenta a su similar de Estados Unidos en un partido con relevancia, parece un guion escrito por una pluma burlona que disfruta ver la frustración del entorno del fútbol mexicano. El resultado final, que se ha repetido en varias ocasiones desde el Mundial de Corea del Sur/Japón 2002, es parte de este guion que mantiene al equipo estadounidense como dominador del área en la que México alguna vez fue gigante y que, desde hace varios procesos, no ha podido recuperar ese peso con el que solía ser el equipo que imponía sus condiciones cuando jugaba contra rivales de CONCACAF. Es importante reconocer que el fútbol de la zona de América del Norte, Central y del Caribe, ha tenido avances significativos en su práctica de fútbol, debido, sobretodo, a la exportación de jugadores a equipos y ligas con mayor competencia que la local, por lo que los elementos de estas selecciones tienen un roce internacional que les hace salir de una zona de confort y los enfrenta con realidades futbolísticas distintas a las conocidas, ya sean las de su propio país o en el continente americano.
Más allá de encontrar responsables, o culpables, en el banquillo del actual proyecto de Selección Mexicana; el fútbol mexicano debe hacer una autocrítica basada en la realidad que incluye a la liga, desde la formación de jugadores hasta lo que se espera como retorno económico por la inversión en cada jugador que debuta en la Primera División Mexicana. Cada club mexicano que produce jugadores espera obtener cantidades exageradas de dinero ante cada traspaso. Pero en otras ligas no aprecian con el mismo valor a los jugadores mexicanos; parece que en la liga local los jugadores con debuts recientes o pocos partidos en Primera perciben grandes cantidades por estar en la nómina de cualquier equipo mexicano, cuando en otras ligas estos procesos de ascensos en el escalafón económico tardarían mucho más. Por esto, al momento de exportar a un jugador hacia otra liga, los clubes mexicanos esperan grandes cifras que los conjuntos extranjeros no están dispuestos a pagar.
Así, en México se ha perdido la oportunidad de que algunas de las joyas de su fútbol terminen de pulirse en otras ligas. Esta empieza a ser la mayor diferencia con el rival que, una vez más ha dejado con un marcador doloroso, en otra final, a la Selección Nacional. Estados Unidos no tiene reparo en exportar a temprana edad a sus talentos con proyección internacional, la MLS actúa como conjunto en el que todo el fútbol estadounidense se beneficia de la salida de cada elemento fuera de sus fronteras. Es de esta manera que ha logrado dar un paso con enorme crecimiento en un deporte que no dominaba y que, desde hace relativamente poco tiempo, ha acaparado en la zona geográfica en la que le toca competir. CONCACAF tiene un equipo preponderante y este dejó de ser la Selección Mexicana.
La repatriación de jugadores es una clara muestra del retroceso que ha tenido, tanto el fútbol, como el propio futbolista mexicano; regresar a la zona de confort, a lo conocido, a lo familiar, ha resultado más contraproducente de lo planeado. Ya no hay un número importante de jugadores mexicano en las ligas de mayor jerarquía y de los pocos que quedan compitiendo fuera de la Liga Mx, son aún menos aquellos que están en clubes importantes; otros no ven minutos, pero de manera inexplicable siguen siendo convocados a la Selección Nacional.
Resulta complicado justificar las convocatorias de algunos elementos que fueron llamados para enfrentar los dos partidos que se jugaron de Liga de Naciones de CONCACAF, se les sigue etiquetando como jugadores de jerarquía a jugadores que ya pasaron por su mejor momento y que no han dado un paso al costado para permitir que las nuevas generaciones empiecen a destacar, pareciera que no hay la confianza suficiente en el cambio generacional, o que hay intereses que van más allá de los resultados deportivos para mantener un plantilla de jugadores que lleva ya varios procesos y que no han trascendido como se esperaba. La generación, la producción de jugadores mexicanos con capacidad de competir fuera de la liga local se encuentra en crisis y esto es responsabilidad de los grupos que manejan, administran, el fútbol mexicano. La falta de competitividad interna, con la desaparición del descenso y ascenso, la importación excesiva de jugadores extranjeros para rellenar plazas con miras a resultados inmediatos y algunas otras decisiones han afectado de manera que empieza a ser irreparable, al fútbol mexicano.
Una derrota más frente a Estados Unidos, por el marcador más doloroso, ya no es una señal de alarma, es una muestra de la realidad en la que se encuentra el fútbol mexicano, que empieza a costarle mucho trabajo competir contra un rival que cada vez que se lo propone, es capaz de humillar a la Selección Nacional.