Hace mucho tiempo (y no en una galaxia muy muy lejana), existía en México una institución encargada de vigilar los procesos electorales. Primero se llamaba IFE, luego se llamó INE. Y ahora quién sabe qué habrá sido de ella. Sepa la bola.
Esta especie de árbitro electoral no sólo se encargaba de emitir credenciales para votar con fotografía y administrar el padrón electoral, es decir, los componentes clave para evitar viejas prácticas fraudulentas del pasado, sino que también tenía la autoridad de vigilar y castigar posibles actitudes violatorias de la normativa que pudieran violentar o vulnerar los procesos comiciales.
No se sabe cómo ni cuándo, pero este organismo desapareció. Y como cuando el gato no está, los ratones salen a celebrar. El proceso electoral actual es una pachanga. La maestra se va y el kínder enloquece.
Ninguno de los bandos, oposición y oficialismo, respeta las reglas. Gasto desmedido que no es reportado, calles tapizadas con rostros azules, guinda y de otros colores, funcionarios locales y federales, empezando por el presidente de la República, que se ponen a pelear con las y los candidatos, abanderados que piden al empresario 'convencer' a sus empleados a votar por ellos, así como poderosos hombres de negocios que se pelean con el Gobierno y piden sacarlos a votos el 2 de junio.
Eso sin contar que hay congresos, como el de la CDMX, que ya legislan con dedicatoria contra adversarios electorales.
Lo anterior parece broma... pero todo pasó esta misma semana. Lejos de hacer llamados a la moderación, de jalar las orejas a todas y todos los actores políticos, el árbitro está ausente, desaparecido. El INE parece más enfocado en bajar spots o candidaturas por tecnicismos, que en poner orden en la fiesta democrática, que ya devino en pachanga.
Parece que, en su afán de no pelearse con nadie, el organismo presidido por Guadalupe Taddei se guía bajo la máxima salinista: "ni los veo, ni los oigo".
PRI y el PAN a cabezazos... por la lana
Vaya que en la oposición se llevan pesado.
No sólo se dan cabezazos en público, sino en privado también, lo hacen literal y metafóricamente. Y Xóchitl Gálvez debe estar muy molesta... y con justa razón: en este momento la candidata presidencial necesita todo el impulso necesario para acelerar su crecimiento en las encuestas, pero las dirigencias de los partidos que la postularon piensan lo contrario.
El PRI y el PAN, lejos de poner todos sus esfuerzos en la contienda por el Ejecutivo federal, están más interesados en jalonearse por la división del gasto: quién da más y quién da menos, la acusación.
No saben que el ojo ciudadano juzga. Y no perdona.