Como en el Extraño caso del DR. Jekyll y Mr. Hyde, la Selección Nacional mostró dos personalidades completamente distintas en la serie de cuartos de final de Liga de Naciones CONCACAF contra Honduras; en la ida, de visita, fue un equipo sin forma, con una personalidad velada, incapaz de acercarse al área rival con peligro y cometiendo errores impropios de un representativo nacional; pero en el Estadio Nemesio Diez, jugado como local, el conjunto mexicano brilló como un cuadro virtuoso, apretando desde un inicio en todos los sectores del campo, generando oportunidades y forzando los errores del rival. Al final la Selección Mexicana anotó los goles que se necesitaban para cubrirse ante cualquier eventualidad o desgracia, con alguna anotación hondureña; hubo alegría y celebración por alcanzar los puestos semifinalistas en el torneo, que hicieron dejar de lado todos los malos pasajes que se mostraron el viernes anterior.
La victoria, en esta ocasión, es un arma de doble filo; sin duda era necesaria para el equipo tricolor, después de haber mostrado tan poco en Honduras, y con los partidos previos sin un orden e ideas claras, el triunfo llegó para acomodar todas las piezas que parecían suelta y sin un propósito futbolístico específico, para mostrar una mejor cara, una que proyecte seguridad. Al mismo tiempo es un resultado que puede esconder las razones por las que el fútbol mexicano atraviesa momentos complicados. Ganar en la cancha resuelve lo inmediato; es importante que la Selección obtenga resultados positivos, siempre es mejor trabajar desde las victorias para un equipo que esta a poco más de un año de recibir un Mundial como anfitrión. Pero todas las decisiones que colocaron al balompié nacional en el lugar que se encuentra, siguen vigentes; esas que en el fondo han detenido la formación de equipos representativos con nuevas generaciones que sostengan y superen lo hecho por las anteriores. Éste es un período en el que no se ha calificado a fases finales en los dos torneos más importantes en lo que la Selección Nacional participó: Catar 2022 y Copa América 2024; muy lejos quedan las exigencias por un quinto partido.
El fútbol mexicano pasó de ser dominante en la zona de CONCACAF a sufrir en cada serie de eliminación directa, sin importar el rival; Canadá y Estados Unidos, son las selecciones que más han equilibrado las estadísticas, pero se han pasado tragos amargos con Panamá, Costa Rica, incluso con Honduras y Jamaica. Sin dudar en el progreso del fútbol de cada una de esas selecciones, el nacional, el que se juega en la Liga Mx, no ha avanzado en proporción de la de los rivales, ni creció al ritmo que marcan los equipos que dominan un área. Es decir, que Argentina o España sean las actuales campeonas en las zonas de CONMEBOL y UEFA, se debe a que fueron dominantes en su zona futbolística por cierto período; México dominó su zona por lapsos, pero su fútbol pareció detenerse. Decir que competir contra Brasil o Alemania no es lo mismo que contra algún equipo de Centroamérica o el Caribe, pierde sentido cuando el fútbol de sus selecciones ha logrado complicar en más de una competencia al mexicano.
El martes en Toluca, la Selección Nacional hizo lo que se esperaba. Con todo a su favor, incluso un marcador adverso remontable, el equipo mexicano mostró una versión destacable; goleó y gustó; los elementos llamados a cargarse el equipo al hombro respondieron ante un estadio que les arropó desde el inicio; desde el banquillo también hubo sensatez, con ocho cambios en referencia con el partido en San Pedro Sula, empezando por la portería, el cuerpo técnico optó por la fórmula de alinear en el cuadro titular a jugadores convocados del club líder, y que mejor juega, del campeonato local. La comunión entre afición, equipo y cuerpo técnico, fue clave para obtener el resultado tan amplio. Sigue siendo criticable la forma con la que se perdió en Honduras, además de otros pasajes en partidos con la actual dirección técnica; hay poca capacidad para reponerse anímicamente a un error, una vez que el rival anota, las ideas en conjunto se acaban y los esfuerzos aislados terminan siendo frustrantes porque no trascienden.
La Selección Mexicana debe mostrar un solo rostro, preferiblemente el que brilla; los altibajos son el antecedente para la desconfianza y, por ende, también para el exceso de confianza. Se tiene que encontrar la manera de terminar con esta doble personalidad que vive en el equipo nacional que siempre puede sorprender, para bien o para mal.