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Los escándalos y la elección que viene

Para la elección que viene, quien quiera crecer necesitará de una buena comunicación, emotividad y aliviar los dolores que oculta el discurso de los públicos dominantes.

Créditos: Cuartoscuro
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El año político comenzó con escándalos, descalificaciones y amenazas entre los actores políticos, incluso entre aquellos que forman parte de una misma fuerza política o coalición. Sin embargo, contrario a lo que piensan algunos, los escándalos moverán poco las preferencias en la elección que viene. En la política nacional también se resiente el fenómeno político global en el que han proliferado micropúblicos poco dispuestos a modificar su opinión y que tienen –independientemente de su ideología– actitudes autoritarias: cancelan toda opinión diferente a la suya, pretenden imponer su opinión centrándose en valores, emociones y una supuesta superioridad moral; y descartan, prácticamente en automático, cualquier posible evidencia sustentada de que puedan estar equivocados.

Este fenómeno ha tenido, principalmente, dos repercusiones: por un lado, han proliferado las mentiras y la descalificación, pero, sobre todo, una resistencia hacia los escándalos. La evidencia de corrupción, del mal desempeño en el gobierno, el nepotismo, etcétera, se desestima muy fácil y siempre es culpa de algún micropúblico o público antagónico. Por otro lado, algunos sectores sociales prefieren no emitir su opinión para evitar la cancelación o el conflicto, dada la agresividad con la que suele darse la conversación pública. Así, cotidianamente, vivimos entre la descalificación, la mentira y la censura autoimpuesta (y en muchos casos impuesta).

Esto ocurre en todo el mundo, y quizás quien lo inauguró fue Donal Trump al afirmar que “podría disparar a alguien desde la quinta avenida y no perdería votos”. En México lo vemos a diario, entre transformacionistas y no transformacionistas. Desde la mañanera, cualquier acto de corrupción es menor si se compara, según el presidente, con el salario de Carlos Loret de Mola. En tanto, en la coalición del PRI-PAN-PRD, el escándalo de plagio en el trabajo de titulación de Xóchitl Gálvez es mucho menor si se compara con el de Yasmin Esquivel. Y así prácticamente con todo. Hay muchos escándalos, muchos ataques, información que realmente debería indignarnos y que debería repercutir en la conversación pública y en la vida política del país, pero que lamentablemente no es así.

No obstante, hay otras alternativas que no se ven con tanta claridad. En varias campañas políticas, más que los escándalos, lo fundamental ha sido apelar al sector que vive en el silencio, y tender puentes entre micropúblicos, comunicando propuestas concretas para problemas que resultan de alta importancia para aliviar dolores que no son visibilizados o que no son enunciados correctamente.

En Argentina, por ejemplo, el polémico Javier Milei (y a quien los escándalos también rasguñaron muy poco) se benefició de su propuesta de dolarizar la moneda argentina para enfrentar la crisis; con lo que atrajo a un sector que no simpatizaba con su vehemencia y discurso de derecha, pero que consideraba necesario un cambio drástico en la política económica. Según encuestas, el 37% de los electores de Junto X el Cambio veían la propuesta como una alternativa viable.

En tanto, en España, Pedro Sánchez tuvo buenos resultados electorales, que a la postre le permitieron mantenerse como presidente del Gobierno, en parte gracias a que combinó el discurso del miedo sobre un posible gobierno del PP con VOX, con propuestas muy concretas sobre temas que le afligía al electorado: vivienda, sanidad, y de salud. La vivienda, por ejemplo, que es un tema de alta importancia en nuestro tiempo, fue uno de los ejes centrales de su campaña. Según encuestas, el 68% del electorado del PP y el 54% del de Vox, estaba de acuerdo con la propuesta de Sánchez de aumentar la oferta pública de vivienda.

Para la elección que viene, quien quiera crecer necesitará de una buena comunicación, emotividad, pero, sobre todo, plantear de manera concreta cómo aliviar los dolores que oculta el discurso de los públicos dominantes. Es probable que detrás del polvo y el ruido, y más allá de los escándalos, hay mucha gente esperando que alguien se preocupe por los problemas del país.