Llevamos tiempo haciendo como que sólo existe una oposición. Desde la lógica oficialista se engloba a todos los críticos del Gobierno como “reaccionarios” y “conservadores” que conforman a “la oposición”. En tanto, comunicadores, intelectuales públicos, políticos y demás personajes contrarios a Morena, hacen lo propio y hablan del Frente Amplio por México como “la oposición”.
El problema de hablar de una sola oposición no es conceptual, sino político. Se cancela la posibilidad de que existan otras fuerzas que se opongan al Gobierno y que persigan distintos fines, representen otros intereses y construyan alternativas fuera de los partidos políticos tradicionales. Parece inconcebible algo que en la tradición de izquierda es más o menos normal, en donde, por ejemplo, las izquierdas apartidistas, comunitarias y opositoras casi nunca acompañan a las izquierdas partidistas, socialdemócratas o de corte popular en sus estrategias de oposición o de gobierno.
Sin embargo, en la adelantada campaña hacia la elección presidencial de 2024, desde la centro derecha se ha construido una narrativa en la que a todos nos debería resultar obvio que la única oposición al Gobierno es el neoliberal Frente Amplio por México.
Según dicen sus simpatizantes, para superar el desastre del Gobierno lopezobradorista hay que respaldar a Xóchitl Gálvez a la presidencia de la República, pese a que tendría que organizar un Gobierno de coalición con el PRI de Alito Moreno; con el PAN de Marko Cortés y de Santiago Taboada, y con lo que queda de los chuchos del PRD.
Pero, como además se votan diputados, senadores y gobernadores, nos piden que apoyemos a una coalición liderada por Santiago Creel, Margarita Zavala, Jesús Zambrano, Silvano Aureoles, Francisco García Cabeza de Vaca, Beatriz Paredes y demás personajes ilustres de la clase política de siempre.
Su argumento es que son la única oposición que tiene la posibilidad de sacar a los impresentables del actual Gobierno (aunque en 2018 los vencieron porque sus Gobiernos en 2006 y 2012 fueron, precisamente, impresentables) y para detener la militarización, el uso faccioso de las instituciones y terminar con la corrupción (como si los integrantes del Frente no hubieran hecho lo mismo cuando fueron Gobierno).
Como suele pasar en cada elección, para maquillar a esos políticos rancios, buscan apoyarse de algunas demandas legítimas. Así lo hizo el lopezobradorismo con el caso de Ayotzinapa (para terminar en el gobierno del lado de los militares) y así lo hace el Frente con los desaparecidos (problema que inició con la guerra del narcotráfico de Felipe Calderón, quien no ha ofrecido ni siquiera una disculpa al respecto). Pero más allá del templete y los mensajes con inteligencia artificial, son incapaces de explicar el porqué representan algo distinto a lo de hoy y a lo de ayer.
El problema, repito, es político, porque se condena a la ciudadanía a la pasividad y a abstenerse de construir nuevas alternativas opositoras. Para la política tradicional no hay espacio para plantear medianos y pequeños objetivos; proyectos a mediano y largo plazo, un cambio generacional radical y nuevas formas de hacer política. No piensan en el futuro, sólo se enfocan en la inmediatez sin analizar con seriedad los problemas del país, y quieren que aceptemos con naturalidad que todo se reduce a elegir entre los impresentables transformacionistas y los impresentables frentistas.
Pero no es así. Estoy seguro de que hay muchos que son oposición a eso y están hartos de la clase política de siempre.