El INE se ha vuelto débil: antes, cuando la porra saludaba al árbitro, tenía tarjetas rojas y tarjetas amarillas, muchos dientes, con cuales responder a la tribuna.
Ahora su autoridad ha quedado mermada. No sólo por el partido gobernante. Sino también por los mismos sectores opositores a la Cuarta Transformación.
Pese a todos los problemas que llegó a tener en la era de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, ese INE tenía capacidad de responder institucional y legalmente a las disputas políticas.
Su unidad de Fiscalización, por ejemplo, era de las pocas cosas que funcionaban en este país y, a pesar de que en algunas ocasiones se le frenó por razones políticas, mas no técnicas, permitió el avance en investigaciones clave de casos de corrupción.
Ahora el INE actúa tembloroso y de forma tibia.
Ante la descarada simulación electoral de las corcholatas de la Cuarta Transformación y de los aspirantes del Frente por México, que actúan ambos lados de forma impune y descarada, el árbitro apenas se ha atrevido a darles manazos y coscorrones. Meros llamados a misa.
Y cuando por fin deciden actuar de forma tajante, ante los ataques del empresario Ricardo Salinas Pliego a la senadora de Morena Citlalli Hernández, su autoridad ha quedado tan menoscabada que ya nadie le hace caso al INE.
Empezando por el propio titular del Ejecutivo, quien es el primero en desdeñar y descalificar las sanciones de la autoridad.
Salinas Pliego, quien incluso recibió un guiño de Palacio Nacional, luego de que el lunes el presidente dijo que está a favor de la libertad de expresión, se suma a las voces que no tienen interés por escuchar ni atender las resoluciones del árbitro.
Después de todo, el dueño de TV Azteca ha sido uno de los principales críticos del órgano electoral y hasta pidió su desaparición hace un par de años.
Tras la resolución en contra del empresario, tras acreditar que cometió violencia política de género contra Citlalli, el INE no ha podido notificarlo de las medidas cautelaras aprobadas. Es decir, le cerraron las puertas en la cara.
El árbitro ha perdido autoridad, respeto... y ya se les indigestó AMLO. Y ahora Salinas Pliego.