El ruido postelectoral, el vitoreo, la matraca, la repartición de culpas y el pequeñísimo “círculo rojo” (al que más bien podríamos llamar círculo tuitero) no nos permiten observar que el principal fenómeno de la elección del Estado de México fue el silencio.
En primer lugar, la mayoría de las encuestas erraron en sus estimaciones a favor de Delfina Gómez; como muestra, el terrible resbalón del otrora encuestador más confiable. Alejandro Moreno, de El Financiero, quien el 29 de mayo daba una diferencia a favor de la morenista sobre Alejandra del Moral de 14 puntos (al momento de escribir esta columna la encuesta ya no estaba disponible en su sitio web, pero sí otras notas que se hicieron a partir de ella). El mismo medio y el mismo encuestador publicaron una encuesta de salida que le daba el triunfo a Gómez por 18 puntos. El resultado final fue una diferencia de 7 puntos. Moreno falló en su estimación por 7 y 11 puntos respectivamente.
Quiero pensar bien de Moreno, así que asumo que un gran número de personas a las que encuestó lo engañó. Hace tiempo, la politóloga Elisabeth Noelle-Neuman propuso el concepto de espiral del silencio, para explicar que las personas prefieren callar sus preferencias cuando éstas se consideran inaceptables de acuerdo a una opinión pública predominante, como puede ser votar por el PRI en vez de por Morena. Da la impresión que un gran número de personas afirmaron votar por Delfina Gómez pero en realidad a) no fueron a votar, b) anularon su voto o c) votaron por Alejandra del Moral. Este efecto se ha suscitado en todo el mundo, como en las elecciones presidenciales en Paraguay o hace poco en las elecciones autonómicas en España. Eso quiere decir que hay un importante sector de la población que las encuestadoras no están leyendo.
Por otra parte, el porcentaje de participación fue clave en los resultados. En 2017, la participación ciudadana fue de 54%, mientras que esta ocasión fue de 48%, razón por la cual la estructura morenista, y sus simpatizantes se sobrepusieron a la de la alianza. Sin embargo, si miramos los resultados con detalle, la diferencia entre ambas candidatas es de poco más de 500 mil votos, número más bien pequeño considerando los números que arrojaban las encuestas. Pero no sólo eso, sino que la menor participación electoral se dio entre sectores urbanos, cercanos a la ciudad, que en apariencia son favorables a Morena. Algunos de estos son los municipios de Chimalhuacán (34.41%), Ixtapaluca (39.17%), Chalco (40.27%), Valle de Chalco Solidaridad (43.48%), Nezahualcóyotl (43.49%), entre otros.
Una explicación es que los pronósticos exagerados hacia Delfina Gómez desincentivaron la participación de los simpatizantes de Morena y López Obrador. Otra, por la que más me inclino, es que hay un amplio sector pasivo que no se siente identificado por ninguna opción y que por el momento ya aceptó que su realidad material no cambiará mucho con ninguna de las dos opciones. A este sector le importa poco la retórica democrática de la “marea rosa” y de la “transformación”. Actualmente la estructura es suficiente para que Morena gane, pero hay casos, como en Coahuila, en donde las malas decisiones y el contexto hacen que la ciudadanía se movilice y vote por otras opciones.
La gran incógnita rumbo a la elección presidencial y de diputados y senadores, no es quién sucederá a López Obrador, quién será el candidato o la candidata de la oposición, y ni siquiera el futuro de la alianza. La gran pregunta es al silencio, ¿quién lo representa? Por ahora, nadie.