El presidente ha hecho público su testamento político, y no es coincidencia que sea durante el desenlace del proceso de sucesión. Ha aprovechado las ambiciones legítimas de sus colaboradores para iniciar con un relevo generacional que tiene un claro beneficiado: su hijo, Andrés López Beltrán, quien ha sido bastante protagónico durante su Gobierno (aunque se niegue públicamente).
La semana pasada nombró a Luisa Alcalde como secretaria de Gobernación. Alcalde ha sido una fiel militante de Morena desde su fundación, y ha permanecido leal al presidente durante su paso durante la Secretaría del Trabajo. Acató la reforma laboral y la de pensiones sin mayores aspavientos; cumplió con el encargo de aumentar el salario mínimo (dejando trabajar a los que saben) y decidió (o quizás es parte de su personalidad) no figurar demasiado ni arriesgarse prácticamente en nada (recordemos su silencio durante la tragedia de los mineros atrapados en la mina de carbón). Pero además cuenta con un atributo esencial: es colaboradora cercana de Andrés López, a quien la une la amistad y la militancia.
A su vez, el presidente realizó otros dos movimientos. Para sustituir a Alcalde como secretaria del Trabajo, nombró a Marath Bolaños. El ascenso de Bolaños ha sido meteórico y está relacionado con su lealtad con Andy. Fue asistente administrativo en Morena, secretario particular de Marcelo Ebrard, subsecretario del Trabajo y ahora secretario del Trabajo. Nuevamente en su currículo destaca algo esencial: es amigo y camarada de Andrés López desde antes del triunfo histórico de 2018.
De igual forma, nombró subsecretaria del Trabajo a Quiahuitl Chávez, hasta ahora poco conocida públicamente, pero quien, al igual que Marath Bolaños, estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; trabajó en Morena antes de 2018 y hasta hace poco se desempeñaba como Titular de la Unidad del Programa de Jóvenes Construyendo el Futuro; siempre cerca de Bolaños. Es una persona de toda su confianza y, por lo tanto, también de Andy.
El presidente ha hecho énfasis en que estos movimientos son “un relevo generacional”. Y en este caso no miente. Son de los pocos cuadros jóvenes de Morena que ya cuentan con experiencia en el gobierno y en el partido (con errores y aciertos), y tendrán que iniciar un cambio en una envejecida clase política, aunque en el futuro deberán hacerlo lejos del cobijo de López Obrador y tratando de cobijar a Andrés López Beltrán, quien hasta ahora no tiene méritos políticos más allá de su nombre y apellido.
Todo apunta, además, que estas señales del presidente fueron anticipadas por Marcelo Ebrard (quien, ya dije, tuvo a Bolaños como secretario particular por instrucción del presidente), y por ello ha mandado también dos señales importantes. Primero, incorporó al polémico Pío Obrador en sus giras (quien al igual que Andy tiene cuestionamientos sobre corrupción); después, anunció que en caso de ser presidente crearía una Secretaría llamada “Cuarta Transformación” que dirigiría Andrés López Beltrán, quien agradeció, pero rechazó la oferta.
El mensaje de Ebrard al presidente fue claro: “yo te cubro la espalda y además te ofrezco ser un gobierno de transición entre el tuyo y el de tu relevo generacional: Andy. La pregunta es ¿quién garantiza mejor el relevo de Andy: Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard?