Silverio debería ser consejero del Instituto Nacional Electoral (INE).
Mejor dicho, Silverio debería ser consejero presidente del árbitro electoral de México. No sería ni de Morena, ni del PRIAN.
Quizá hasta sería uno de los mejores consejeros presidentes que ha habido en este país: la noche del 2 de junio, con su voz de cisne... pero estreñido, sería el encargado de dar a conocer a la o el futuro presidente de este país.
Se quitaría la playera y daría un espectáculo lisérgico y adictivo en cadena nacional. es decir, en todos los canales al mismo tiempo en todas partes.
Las familias mexicanas lo verían dar los resultados comiciales. Se reirían o se asustarían, quizá. Pero sabrían que es transparente y que, a pesar de ser extravagante, nunca ha mentido, traicionado ni engañado al pueblo.
Él es quien es y no se ocultaría tras una piel de oveja para minar las instituciones democráticas de este país. A diferencia de otros lobos disfrazados.
Y más allá de sus maneras y de su aspecto físico, que sí, buscaría ser reprobado por los sectores más conservadores y asustadizos de la sociedad, no pondrían en duda los resultados de la elección.
Todas y todos sabrían que es independiente. Que, a diferencia de sus predecesores, no pertenece a ninguna cuota partidista. Ni a algún intento del Gobierno por hacerse, desde el poder, con el árbitro electoral.
Sería atípico, extraño, surreal. Pero al menos nadie dudaría, por primera vez en muchos décadas, que el presidente del INE es independiente e imparcial.
Es decir, sería mejor de lo que hemos tenido y de lo que podríamos tener. O al menos nos daría un gran espectáculo.
Se vale soñar.