Los pocos –si los hay– que han seguido, desde 2019 a la fecha, el desarrollo de las discusiones sobre la propuesta del Área de Conocimiento Humanidades (ACH) del Marco Curricular Común de la Educación Media Superior (MCCEMS) –proyecto de la Nueva Escuela Mexicana para reconceptualizar el sentido y función del nivel– de la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS), seguro se encuentran sorprendidos porque los discursos y argumentos esgrimidos para la “defensa de la filosofía” son una repetición de los usados en 2009-2010 en contra de la Reforma Integral de Educación Media Superior. ¡Cómo si no hubiera pasado nada ni en las instituciones de educación pública ni en los debates sobre enseñanza de las humanidades en 13 años!
Sin dar pruebas de que la propuesta del ACH del MCCEMS era realmente un ataque a la filosofía, sin ninguna demostración de que se trata de una embestida neoliberal que busca “desaparecer”, “difuminar” o “disolver” la filosofía al modificar nombres y estructuras de las asignaturas de los bachilleratos en los diferentes subsistemas de la SEMS, tales discursos asumen una posición político-gremial de defensa. Se posicionan como discursos de protección contra un peligro ajeno y externo que busca dañar la disciplina filosófica tal como se ha ejercido hasta el momento en las instituciones de enseñanza y académicas mexicanas. Estrategia montada sobre lugares comunes –que se asumen como evidencias–: “la filosofía es imprescindible para la formación de un ciudadano”, “el estudio de la filosofía vuelve mejores personas”, “la filosofía ha sido obligatoria en el sistema de enseñanza de México y debe seguir siéndolo”. Para tal defensa –y sobrevaloración de lo que puede la filosofía– esos discursos defensivos ponen en operación la acusación como estrategia retórica central. La defensa al ataque se convierte, a su vez, en ataque. Así, supuestamente se defiende la filosofía denunciando los múltiples defectos o maldades de la propuesta del ACH del MCCEMS. Como salidos de machotes, textos de opinión, manifiestos, posicionamientos firmados, cartas y solicitudes repiten en redes sociales y medios periodísticos los mismos tópicos: “años de neoliberalismo”, “gobiernos que no quieren ciudadanos críticos y libres”, “época técnica contra el pensamiento crítico”, “funcionarios al servicio de intereses económicos”, “tiempos oscuros para el pensamiento filosófico mexicano”…
Sin determinar a qué llamaban filosofía, sin justipreciar los procesos de confirmación de la propuesta del ACH –las necesidades de docentes y estudiantes mexicanos, la historia de la conformación del nivel en el sistema educativo nacional, las condiciones de las localidades educativas, la historia de la enseñanza de las humanidades en el bachillerato, las didácticas ya creadas por los docentes para el nivel medio superior, los problemas administrativos de los planteles de los diferentes subsistemas de la SEMS–, pero tampoco sin una formal propuesta académico-didáctica alternativa, los discursos ponían en funcionamiento una estructura político-retórica muy sencilla y contundente: defensa, acusación, ataque… Esta sola estructura debería mostrar el carácter, alcances e intereses de la “defensa de la filosofía”.
Pero hay otros rasgos en esos discursos que nos dan el sentido y tono de su carácter. Los discursos de “defensa de la filosofía” son elaborados por organizaciones compuestas casi en su totalidad por profesores e investigadores de instituciones de nivel superior. Las cartas, manifiestos y reclamos no eran firmados casi por nadie de los docentes de los diferentes subsistemas de bachillerato de la SEMS. Cuando hubo apoyo a esos discursos de parte de docentes de bachillerato, se trataba de docentes de bachilleratos universitarios, o de bachilleratos vinculados a las instituciones de nivel superior de los profesores e investigadores que conforman las organizaciones de defensa. Ya no hablemos de los propios estudiantes. De allí que los discursos de “defensa de la filosofía” se sostengan en la sola autoridad corporativo-académica de los firmantes. Es decir, no hace falta dar pruebas o demostrar que la propuesta del ACH es inadecuada o no logra lo que se propone, pues todo debe darse por hecho sobre la evidencia de que lo afirman profesores e investigadores de instituciones de nivel superior.
Esos pocos –deseamos que los haya– que hubieran seguido las discusiones se preguntarán cómo comprender esta constelación problemática en relación con la propuesta del ACH del MCCEMS. Cómo comprender el sentido de estas discusiones en una coyuntura donde aparece el discurso de un “humanismo mexicano” como modelo de gobierno y se discute sobre la conformación de una Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación. Enunciado de otra manera: ¿por qué organizaciones gremiales-políticas conformadas por profesores e investigadores de instituciones de nivel superior defienden la disciplina filosófica de una propuesta didáctica de enseñanza de las humanidades para el nivel medio superior? Usemos una formulación problemática para tratar de captar el sentido de lo que pasa en esta situación: se trata de un intento de redefinición de la relación de las academias de humanidades, sobre todo de filosofía, de instituciones de nivel superior con los poderes políticos.
Desde los años 80 del siglo pasado se reconfiguró el sentido y función de las humanidades en México. El discurso de un “humanismo mexicano”y la Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación ha reanimado en ciertos grupos corporativo-académicos fantasmagorías sobre la función social de la filosofía. Dicho rápidamente, y no sin un carácter problemático y sometido a la discusión, la función que la filosofía cumplió entre los años 30-60 –años de conformación y consolidación de las instituciones universitarias– era ideológica, de legitimación de las instituciones del estado-nación. Es una manera de entender qué sentido tiene la existencia en México de filósofos y estudios académicos de filosofía. Esta tarea encomendada comenzó a hacer agua hasta desaparecer en los años 80. La academia universitaria filosófica tomó otro sentido y las humanidades se ejercitaron de otra manera fuera de esa función social. Con la llegada del Partido Acción Nacional al poder en el año 2000 se comenzaron a reconstituir los grupos corporativo-académicos que buscaban retomar la función social de la filosofía y las humanidades. El discurso era sencillo: “si la tarea es configurar las instituciones futuras que sustituirían a las ya caducas, entonces qué mejor herramienta que las humanidades y los filósofos que ya han hecho eso en México en otro tiempo”. De allí que desde 2009, desde esos grupos corporativo-académicos, se ha atacado y acusado a los esfuerzos por modificar el sistema educativo nacional, específicamente en la educación media superior, de mantener políticas neoliberal adversas a las humanidades. Por ello las discusiones actuales, de 2009 a la fecha, sobre la propuesta del ACH del MCCEMS no las han dado los docentes de los subsistemas de media superior, por ello desde esos grupos corporativo-académicos no hay propuestas de didáctica de la filosofía para media superior fuera de enarbolar un discurso disciplinar, sólo la escandalosa acusación contra las instituciones del estado de que quieren desaparecer la filosofía.
Y he aquí la cuestión: ciertos grupos corporativo-académicos de nivel superior buscan reanimar la relación entre las humanidades y los poderes políticos en términos de función social. Lo hacen usando un concepto de humanidades y de filosofía construidos entre los años 30-60 del siglo pasado y como si no hubiera pasado nada en la academia humanística-filosófica mexicana, como si no hubiera pasado nada en el país en 60 años. En este sentido la discusión sobre la propuesta del ACH del MCCEMS de la NEM es usada para generar condiciones para fortalecer las humanidades y la filosofía en espacios de poder político.
No hace falta ya hacer notar que lo que está en juego aquí, entre otras muchas cosas, no sólo es la valoración del trabajo de enseñanza de la filosofía que durante generaciones han hecho los docentes de los diferentes sistemas de la educación media superior, si no también a diagnosticar y valorar las potencias y el sentido de las humanidades y la filosofía que se ejercitan y practican el día de hoy.