¿Se imagina qué hubiera dicho el opositor Andrés Manuel López Obrador si un expresidente hubiera impuesto a sus cuates como presidente del INE?
Hubiera pegado el grito en el cielo. ¡Y como no!, si se trata de un descarado plan para hacerse del control del Instituto, cuando las y los aspirantes a consejeros deberían ser personas alejadas de los partidos políticos y el gobierno en el poder.
Pero los benditos tiempos de la 4T no son iguales; quienes ayer se desgarraban las vestiduras, hoy justifican la sospechosa falta de respeto a la autonomía y la garantía de imparcialidad del INE.
Basta observar los nexos con Morena de las candidatas favoritas para presidir el INE.
Bertha María Alcalde Luján, hermana de Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo, hija de Bertha Luján, exconsejra Nacional de Morena.
Lulisca Zircey Bautista Arreola, esposa de Daniel Fajardo, subsecretario de Desarrollo Territorial y Urbano, ambos muy cercanos al secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Guadalupe Álvarez Rascón, hija del senador José Antonio Álvarez Lima, ideólogo mediatico de la 4T.
Guadalupe Taddei Zavala, fundadora del partido en el poder, prima del súperdelegado federal de Morena en Sonora, Jorge Luis Taddei.
Y Rebeca Barrera Amador, impulsada por el “gober” de Baja Claifornia, Víctor Castro, claro, de Morena.
Desde luego no se trata de descalificar a estas distinguidas mujeres, sin duda valiosas, con capacidad y experiencia, sin embargo, su evidente cercanía con el poder las delata.